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domingo, 31 de julio de 2011

¿De qué fue creado el hombre del Corán...?


A diferencia de la Biblia, el Corán es más bien parco respecto de acontecimientos históricos o material científico, en particular porque el redactor del Corán tiende a suponer que el lector está bien versado en esas materias (probablemente leyendo la Biblia, que era lectura más o menos corriente, tanto como puede serlo en las épocas semianalfabetas anteriores a la educación primaria obligatoria, en la época de escribirse el texto coránico), y por lo tanto prefiere comentarlas a narrarlas directamente. Sin embargo, esto no lo libra de incurrir en algunas contradicciones de bulto. Una de las insólitas... es que el Corán no se pone de acuerdo consigo mismo respecto del material a partir del cual fue creado el ser humano. Veamos.

El grueso de los pasajes que se refieren al tema, siguen la interpretación bíblica de que el ser humano fue creado a partir de la arcilla o el barro. Hablando de Alá: "Es El quien os creó de arcilla" (6:2), "hemos creado al hombre de barro arcilloso, maleable" (15:26), "ha comenzado la creación del hombre de arcilla" (32:7), "Creó al hombre de arcilla, como la cerámica" (55:14), e incluso el mismísimo Alá dice que "voy a crear a un mortal de arcilla..." (38:71). Pero en otros pasajes... la materia prima no es la arcilla sino el polvo: "(...) Adán, a quien creó de tierra" (3:59), "Y entre Sus signos está el haberos creado de tierra" (30:20), "Dios os ha creado de tierra" (35:11)...

Hasta ahí, la contradicción es venial: después de todo, puede tomarse cambiar arcilla en polvo o viceversa como una figura retórica. Pero se vuelve más complicado gracias a otro pasaje. Resulta que la interpretación de dos pasajes podría aludir a que fueron creados de agua (25:54 y 24:45, este último en relación con 21:30), pero esto puede referirse no al primer ser humano, Adán, sino a los siguientes, que obviamente nacen del semen o esperma, fenómeno que claro está no era desconocido para los pastores de cabras en Arabia. Pero lo que sí no tiene remedio es el pasaje en que se declara que Alá "ha creado al hombre de sangre coagulada" (96:2). Porque resultaría demasiado alucinógeno confundir el esperma blanco con la sangre coagulada que es roja... Pero así ha quedado en el texto coránico, por alguna razón, y sigue siendo Palabra de Alá, el Omnipotente y Misericordioso.

jueves, 28 de julio de 2011

Errores científicos en la leyenda de la Creación.


A estas alturas del partido, para mucha gente debe resultar cansino repasar los errores científicos de la Biblia. Después de todo, para el grueso de la sociedad que se mueve entre el ateísmo radical y esa afable condición acomodaticia que es el "soy cristiano a mi manera", la Biblia no debe ser leída como una descripción minuciosa de la naturaleza, sino como un texto de enseñanzas morales. Sin embargo, de cara a quienes aún sostienen que la Biblia es un texto científico, hasta el extremo de preferir que sus seres queridos se mueran antes de recibir una salvadora transfusión de sangre, no sobra hacer un repaso de los errores científicos que comete. Sobre la creación, según el texto del capítulo 1 del Génesis, en lo que a este posteo se refiere.

Obviemos que la Biblia reduce la cronología de miles de millones de años a apenas seis días. Partamos con el tema de la luz: la luz fue creada en el primer día (Génesis 1:3). ¿De dónde salió, si no existieron estrellas hasta el cuarto día? Suponiendo que Dios haya inspirado el pasaje, podría referirse entonces a la radiación de fondo del universo, en el período de tiempo en que se enfrió hasta el punto de que su longitud de onda pasó por el espectro visible (en la actualidad su longitud de onda se ha corrido hasta llegar a la radiación de microondas, en donde la pueden captar los radiotelescopios). Sin embargo... el texto bíblico dice que Dios llamó "día" a la luz y "noche" a las tinieblas, lo que descarta esa teoría (en primera, en esa época no había Sol ni Tierra y por tanto no hay movimiento de rotación que pueda marcar la sucesión del día a la noche, y en segunda, en esa época no puede haber existido oscuridad porque el universo mismo debería haber sido literalmente pura luz). Descontemos claro está que cuando fueron creadas la luz y las tinieblas, la Tierra ya preexistía según la Biblia, cuando en realidad, la Tierra surgió DESPUÉS del nacimiento del Sol... lo que aconteció en el cuarto día según la Biblia. Y como última perla: el Sol y la Luna fueron creados de manera conjunta, cuando la ciencia modernamente aceptada señala que el Sol debió nacer primero, la Tierra después, y la Luna al último, producto de una fenomenal colisión cósmica.

La cosa se pone mejor en el segundo día, cuando Dios crea "el firmamento". Desde la óptica de la ciencia moderna, este paso sería innecesario porque el "firmamento" en realidad es el universo, y éste ya existe de antemano. Pero además, resulta que crea el firmamento... para separar las aguas superiores de las inferiores (Génesis 1:7). ¡De manera que la Biblia explica que el cielo es azul porque se trata de un océano celeste retenido por una cúpula transparente! Nótese que, capítulos más adelante, Dios desata el Diluvio Universal abriendo las compuertas del cielo y dejando por tanto ese océano celeste vaciarse en la Tierra (Génesis 7:11). Aparentemente, las estrellas están tachonadas contra la cúpula transparente, porque de otra manera no se explica que no se apaguen. Aunque en tiempos de los escritores bíblicos se suponía que las estrellas visibles eran todas las que existían: faltaba aún para que Galileo Galilei armado de un telescopio demostrara que existen muchas más estrellas, éstas invisibles a la mirada humana desnuda.

Volviéndose hacia la vida biológica, Dios realiza el sinsentido de crear la vegetación en el tercer día... cuando aún no había Sol que irradiara luz y permitiera hacer la fotosíntesis. Este pequeño desajuste en la tabla cronológica hizo que las plantas permanecieran por tanto un día entero pasando hambre, hasta el cuarto día en que por fin es creado el Sol. También respecto de la vida animal hay algunas incongruencias, ya que la vida de los océanos es creada en el quinto día, y la vida terrestre junto con el ser humano en el sexto, lo que es correcto a rasgos generales... salvo porque las ballenas fueron creadas ANTES que los insectos y presumiblemente que los reptiles, cuando en la historia paleontológica del planeta aparecieron exactamente al revés. Además, resulta que las plantas con flores (angiospermas) fueron creadas dos días ANTES de los animales terrestres, cuando en la realidad surgieron exactamente al revés (muchas plantas con flores no pueden sobrevivir sin insectos que efectúen la polinización cruzada, aunque por dos días...). Un rasgo del texto bíblico sí es interesante: le dedica un día entero a la creación de las bestias marinas, anticipo de lo extensos y mal conocidos que eran y siguen siendo los mares en su profundidad y variedad viviente, en comparación a la mucho más fácil de explorar tierra firme.

domingo, 24 de julio de 2011

¡No Charles sino Erasmus Darwin!


La mitología popular, ávida de conectar a los grandes sucesos con héroes esculpidos en bronce para la posteridad, tiende a considerar a Charles Darwin como el hombre que descargó el Evolucionismo como una bomba atómica en un medio que no creía que las especies evolucionaban. Y esto es falso. "El origen de las especies", libro que Charles Darwin publicó en 1859, no fue revolucionario por postular la evolución, sino por explicar de manera sencilla un mecanismo que nadie había acertado a describir adecuadamente. Con todo, en la época había una intensa guerra intelectual entre Georges Cuvier, un gran científico trágicamente desencaminado al defender el inmovilismo de las especies, y gentes como Saint-Hilaire o Lamarck, quienes defendían primitivas (y erróneas, según se demostró después) versiones de la Teoría de la Evolución. Pero lo más asombroso es que las ideas de Charles Darwin, en su aspecto esencial a lo menos... ¡ya habían sido propuestas más de medio siglo antes por su propio abuelo Erasmus Darwin! Esta es la historia.

Erasmus Darwin (1731-1802) se ganaba la vida como médico, pero sus intereses iban mucho más allá. Amarrado a su clientela para subsistir, no podía viajar, pero se empapó de cultura gracias a los Museos, que en esa época empezaban a rebozar con la labor de los primeros cazadores científicos de fósiles, y las descripciones de viajeros sobre la flora y fauna de otros países. Irónicamente, sus autores favoritos no tenían nada que ver con la naturaleza: uno era Adam Smith (economista) y otro era David Hume (filósofo y, podríamos llamarlo así, "protopsicólogo"). Para Adam Smith, la economía funciona por la libre concurrencia de las distintas fuerzas humanas. Erasmus Darwin tuvo la perspicacia (correcta, según se demostró después) de aplicar al mundo viviente estas mismas leyes que Adam Smith hacía aplicables al hombre. David Hume, por su parte, ligaba el conocimiento a la experiencia, y la acumulación de experiencias era una forma de evolución. Erasmus Darwin llevó diligentemente estas ideas de las civilizaciones, a las cuales Hume las aplicaba, a las criaturas vivientes. La conclusión de Erasmus Darwin era tan simple, que en retrospectiva parece sorprendente que a poca gente más se le ocurriera: las criaturas vivientes chocan unas contra otras, y de esta lucha viene la acumulación de experiencias... y la evolución.

Hasta aquí, Erasmus Darwin va a la par que su ilustre nieto Charles. Pero no se detuvo ahí. Reconoció que el mimetismo es una adaptación de las criaturas al medio ambiente (hasta ahí ninguna novedad), y que este mimetismo es resultado de la evolución (eso sí era un concepto novedoso para la época). Incluso anticipó la "selection in relation to sex" que postularía después Charles Darwin: "(...) hay que añadir la lucha por la conquista de la hembra, que exigió el perfeccionamiento de las armas, ya que solamente el macho más fuerte podía conquistar una hembra y procrear"... Incluso reconoció que el ser humano era un pedacito más de naturaleza, debido a compartir procesos comunes (digestión, respiración, sentidos, etcétera) con otros animales: esta idea que Charles Darwin había evitado en "El origen del hombre", y que causará un incendio cuando la postule finalmente en "La descendencia del hombre" (1871), ¡Erasmus Darwin la afirmaba ochenta años antes, en pleno siglo XVIII, de manera perfectamente razonada, sin que nadie se escandalizara!

¿Por qué, si Erasmus Darwin estaba tan cerca de arañar los logros que cubrirían de gloria a su nieto, sus ideas no se impusieron? En primer lugar, Erasmus Darwin tuvo la mala idea de postular sus ideas no en prosa científica sino en versos literarios, y de esta manera nadie les hizo el mayor caso a las ideas de fondo. ¿Tenía miedo de ser demasiado revolucionario, o simplemente estaba alimentando su propia alma renacentista con belleza? Quién lo sabe. En cualquier caso, algunos años después vinieron los biólogos Cuvier y Agassiz, reputados antievolucionistas ambos, y el caldo fértil para las ideas evolucionistas se secó durante medio siglo. Además, ninguno de sus hijos mostró mayor interés por el tema, y sus papeles quedaron en manos de uno de ellos, Roberto Darwin, a salvo sí, pero intocados y por lo tanto desaprovechados. Siete años después de que el viejo Erasmus Darwin falleciera, Roberto Darwin tuvo a su hijo Charles. Y este Charles Darwin, que en otros cincuenta años publicaría "El origen de las especies", sería amamantado en su infancia por las lecturas paternas de la "Zoonomía" de su abuelo Erasmus...

jueves, 21 de julio de 2011

El terrible Otto Hauser.


Toda disciplina científica pareciera necesitar un "enfant terrible" que se encargue de revolver las cosas un poco y rompa la costra de academicismo inerte que suele imponerse después de los grandes descubrimientos científicos. A comienzos del siglo XX, en esa por entonces neblinosa área fronteriza que existía entre la Paleontología y la Arqueología, en lo relativo al paso del "hombre primitivo" de Europa a la "civilización", dicho rol fue desempeñado por el paleontólogo suizo Otto Hauser (1874-1932). Hauser se hizo conocido en la época por su carácter arisco y difícil. Quizás algo tuviera que ver el hecho de que una enfermedad de las piernas le tuvo postrado en un lecho hasta los doce años. Era desconfiado, receloso, y alternaba fases de irresolución con fases de una determinación demoníaca. Y sobre todo, se había incubado en él, la ambición y el resentimiento de superar a sus colegas del todo en su propio juego. Eran, por supuesto, malas cartas de presentación para que se le hiciera caso en la comunidad científica.

Su primer hallazgo confirma lo que será la tendencia natural en la vida de Otto Hauser. Tenía 22 años, y sus investigaciones eran sufragadas por su madre, que era de familia acaudalada. Discurrió investigar un campamento romano e hizo una serie de interesantes hallazgos. Hubo quién le saludó con efusión, pero el grueso de la reacción académica fue de desdén. En la época no se consideraba la idea de investigar arqueológicamente a la civilización romana, demasiado próxima a nuestro propio tiempo y demasiado "histórica" para ser "arqueológica". Hauser se resintió de ello, considerando (probablemente con razón) que se le ninguneaba porque había tenido una idea brillante antes que sus colegas más doctos y reconocidos.

Hauser decidió pronto pasarse de la civilización antigua al hombre primitivo europeo, y en 1898 llegó a hacer excavaciones en la Dordoña. En la época, dicha región de Francia, rica en hallazgos, era objeto de un saqueo generalizado, y la malicia de los colegas de Hauser les hizo ver en éste a otro saqueador o "anticuario", como le llamaron. Pero Hauser, con el apoyo de algunos aislados palentólogos como Herman Klaatsch, y siempre respaldado por la fortuna monetaria de su madre, siguió adelante. Hauser fue publicando sus hallazgos, pero tuvo la mala idea de hacerlo en un tono insultante hacia toda la plana mayor de la Paleontología europea: "Lo que nadie ha logrado en equipos de cinco y de diez incluso, lo he conseguido yo totalmente solo. No me arredré ante las dificultades (...) por la misma convicción que tenía yo de la sublime grandiosidad de mi misión; la acometí totalmente solo y la he llevado a cabo". Entre la tormenta de críticas de los paleontólogos contra Hauser, un investigador suizo de apellido Ackermann le dedicaba las siguientes palabras a su objetividad científica: "aparecía enturbiada fuertemente a causa de las nubes de incienso de un culto al yo nada simpático"... Y sin embargo, el paso del tiempo demostró que muchas conclusiones de Otto Hauser respecto a la primitiva civilización europea, y que enmendaban la plana a todo lo aceptado por la academia en ese tiempo, eran correctas. Aunque no todo: el inconveniente de que Hauser defendiera sus ideas más con la porfía del misionero que con la sobriedad del científico, era que no se detenía sobre sus propios errores, tratando de señalar aquellos de los demás...

Quizás una anécdota permita comprender mejor la pasión de Otto Hauser por sus investigaciones prehistóricas. Hauser viajaba periódicamente a Berlín, y en la Potsdamer Platz (una importante plaza pública de la ciudad) compraba un gran ramo de flores. Luego se dirigía al Museo de Etnología para visitar los ataúdes de vidrio en el cual descansaban sendos esqueletos, que el propio Hauser había desenterrado e investigado en las localidades de Le Moustier y Combe-Capelle. Una vez frente a ellos, depositaba el ramo de flores sobre el vidrio, y se quedaba en respetuoso silencio ante aquellos cavernícolas por un instante. En una actividad como la ciencia, acostumbrada a tratar su objeto de investigación como eso precisamente, como objetos, una devoción tan personal es, como mínimo, algo infrecuente...

domingo, 17 de julio de 2011

Alrededor del himno de Mascate y Oman.


La siguiente anécdota no he podido confirmarla para Siglos Curiosos, pero me parece demasiado buena como para dejarla pasar. Se supone que la fuente es un libro llamado "The Diplomatic Art", por Charles Roetter. Si algún lector puede confirmarla o negarla, supongo que tendrá la generosidad de hacérmelo saber en los comentarios. Y sin mayores rodeos, vamos a un pequeño incidente que ocurrió a Inglaterra respecto de Mascate y Omán y su... er... himno... en algún período de tiempo que debió ser los '40s o '50s del atribulado siglo XX.

Históricamente, el Sultanato de Mascate y Omán fue el compendio del Sultanato de Mascate, en la costa, de carácter comercial y medio secular, y el Imanato de Omán, de carácter religioso, en el interior. Sucedió que la Royal Navy, o sea, la Armada británica, descubrió que del himno del Sultanato en cuestión, sólo tenía una partitura para clarinete en Si bemol. Como por cuestiones protocolares la Royal Navy debe estar preparada para interpretar el himno de cualquier país (y además, las fuerzas militares británicas estaban presentes en el país como apoyo "amistoso" al Sultán), el cuerpo militar le pidió al Foreign Office que obtuviera la partitura con orquestación completa. La respuesta por parte del funcionario ministerial respectivo apostado en Mascate (la capital del Sultanato) tardó varios meses, y cuando la respuesta llegó... ésta no tiene desperdicio:

"El Sultanato no ha tenido banda de música desde 1937. Ninguno de los súbditos del Sultán sabe leer nota, y la mayoría considera pecaminosa la música. Afortunadamente he logrado obtener, y envío adjunto, un disco fonográfico que tiene, por un lado, la ejecución, por una banda militar británica, del 'Homenaje y Marcha para su Alteza el Sultán'. Un antiguo residente dice que la tonada se parece a un aire marcial que solía tocar la banda de la ya disuelta infantería del Sultanato, aire que las tropas de Su Majestad conocían con el título de 'Dios quiera dejar ciego al Sultán'"...

Mascate y Omán hoy en día ya no existe, por cierto. Hoy en día lo que existe es el Sultanato de Omán a secas (con capital en Mascate, de todos modos), cuyas fronteras geográficas son más o menos las que tenía el Mascate y Omán original. En 1970 se agenciaron su actual himno nacional, que tiene el prosaico nombre de "Nashid as-Salaam as-Sultani" ("Himno Nacional de Omán").

jueves, 14 de julio de 2011

¿Cientos de prisioneros en la Bastilla...?


Aquí en Siglos Curiosos no somos muy aficionados a las efemérides debido a que si la entrada se lee en un día distinto al correspondiente, a veces años después de la fecha de posteo, la ocasión queda desactualizada. Pero bien podemos hacer una excepción debida a la importancia histórica (más como hito simbólico que como suceso verdaderamente revolucionario) de la Toma de la Bastilla, que acaeció precisamente un 14 de Julio de 1789. De manera que, aquí vamos.

Aunque el acontecimiento asociado al actual Día Nacional de Francia es tan icónico que la fortaleza ha pasado a ser conocida como la Bastilla a secas, en realidad deberíamos referirnos a ella como la Bastilla de París ("Bastille de Paris" en francés), debido a que "bastilla" no es un nombre propio sino genérico: la palabra está relacionada con una antigua palabra provenzal, "bastida", que significa más o menos "fortaleza". En francés, su tipo de edificación se llama "bretèche", y se refiere a una fortaleza medieval de planta cuadrada y rectangular, y con forma que recuerda a una caja de zapatos, sin otras características arquitectónicas relevantes: cualquiera que haya visto un grabado de la "Toma de la Bastilla" sabe de lo que estoy hablando. El nombre completo del edificio en francés es "Bastille Saint-Antoine", que significa literalmente "la Fortaleza de San Antonio", en referencia a la puerta de San Antonio, que la fortaleza debía defender (al este de París en la época medieval, pero hundida dentro del área metropolitana de la ciudad en la actualidad).

La Bastilla adquirió una siniestra fama debido a que se asoció su ciclópea estructura con la temida arbitrariedad del poder real. Recordemos que en la época del Absolutismo, el rey podía enviar órdenes secretas de arresto contra cualquiera (las infames "lettres de cachet"), haciéndoselo desaparecer dentro de la Bastilla como en un Guantánamo cualquiera. Uno de los primeros prisioneros egregios de la Bastilla fue el arquitecto Hughes Aubriot, que construyó, ¿adivinan qué? Exacto, la Bastilla misma, en un extraño caso de justicia poética. Otros prisioneros ilustres fueron Nicolas Fouquet (uno de los candidatos al misterioso Hombre de la Máscara de Hierro), Voltaire y el marqués de Sade. Una vez dentro de la Bastilla podía salirse o no: en algunos casos la prisión era perpetua, pero pese a su siniestra reputación, muchos fueron excarcelados después de cumplir condena.

Por lo tanto, cuando el pueblo francés estaba exacerbado contra los privilegiados que trataban de sabotear los Estados Generales convocados por Luis XVI para salvar a Francia, volcaron su odio contra ese edificio que era el símbolo de poder. Lo suyo era casi una cruzada de liberación, ya que suponían que iban a encontrarse con numerosos prisioneros. La presencia de una nutrida guarnición (conformada por los "inválidos", o sea, por veteranos de guerra no aptos para el servicio militar activo) parecía confirmarlo. Pero una vez que los parisinos arrollaron a las defensas, le cortaron la cabeza a su gobernador y la pasearon por las calles ensartada en una pica, descubrieron que la cantidad de prisioneros ascendía a... siete. Y de ellos, no se sabe que ninguno fuera estrictamente político: había cuatro falsificadores, un noble, y dos locos. De uno de ellos sólo se pudo conjeturar que era inglés porque aparecía registrado bajo el apellido "White", pero el misterio de su identidad o la razón de su presencia en la Bastilla se perdió para siempre junto con su sano juicio. Uno de los más famosos prisioneros, el autor de escritos obscenos que era el Marqués de Sade ya no estaba presente: había sido transferido a un asilo mental algunos días antes...

domingo, 10 de julio de 2011

Nissim ben Abraham el mesías hispanojudío.


Avila, siglo XIII. Cristianos y judíos viven más o menos en paz, tanto como podía pretenderse en aquellos años (la tolerancia religiosa, sabido es, no era un rasgo característico de los cristianos medievales). Entre esta gente hay un hombre más o menos simple e ignorante llamado Nissim ben Abraham. En apariencia, es la última persona que podría en algún minuto pretender ser el mesías, en particular habida cuenta de que entre los judíos medievales, el reclamo de mesianismo viene acompañado muchas veces por un interés por la cábala, el esoterismo, el ocultismo, etcétera. Pero... sucedió.

De pronto, de la noche a la mañana, Nissim ben Abraham sufrió un cambio rotundo de personalidad: un ángel le ha hecho una serie de revelaciones. Entre los judíos, se supone que el mesías no debe proclamarse a sí mismo, sino que debe ser reconocido por sus discípulos (sin perjuicio de que algún que otro mesías ha impulsado la cosa: "digan quien soy", "adivinen qué", "¿se te ha ocurrido que a lo mejor yo...?"). El caso es que Nissim ben Abraham comenzó a comportarse como un iluminado, y escribió distintos textos cabalísticos, proféticos... etcétera. La comunidad judía se dividió: por un lado Salomón ben Aderet, un reconocido cabalista judío, manifestó su más profundo rechazo, mientras que algunos judíos, desconcertados, lo siguieron.

La historia de Nissim ben Abraham terminó de una manera un tanto bochornosa. Anunció que el mesías se revelaría finalmente en 1295. Probablemente pensaba ser proclamado él mismo (recuérdese: un mesías judío no se puede proclamar a sí mismo como tal). El día en cuestión, la sinagoga de Avila se llenó de gente lista para ver el espectáculo de los espectáculos. Y lo que vieron de pronto fueron...

...cruces. ¿Alucinación colectiva, una broma de algún infiltrado cristiano, una operación preparada por el mismísimo Nissim ben Abraham? Ignoramos la respuesta. El caso es que algunos judíos, indignados, se retiraron, pero otros lo vieron como una señal y optaron por hacer lo obvio en esas circunstancias, o sea, convertirse al Cristianismo. En cuanto a Nissim ben Abraham, desapareció de la Historia: no sabemos nada más de él. Dejándonos de paso con una serie de interrogantes sobre su breve y curiosa epopeya.

jueves, 7 de julio de 2011

Un par de mesías cabalísticos.


Aunque un mantra clásico de la educación en cuestiones históricas señala que el Renacimiento es el tiempo de la emergencia del Humanismo, el racionalismo, el secularismo, etcétera, lo cierto es que por debajo de las elucubraciones de algunos idealistas seguía siendo una época eminentemente religiosa. Incluso muchos intelectuales eran gente religiosa que hacía vida intelectual "a la moderna" para los antiquísimos fines de la religiosidad de toda la vida. Por tanto, al lado del humanismo florentino existió una enorme cantidad de nigromantes, ocultistas y charlatanes de lo esotérico que se hicieron la América. Entre ellos hubo dos cabalistas hebreos que en el tardío Renacimiento, finales del XVI y comienzos del XVII para ser más precisos, que se lanzaron a la aventura del mesianismo.

Entre la ristra de gente que pupuló alrededor de lo oculto en el tiempo antedicho, destacó en particular un tal Isaac Luria, un cabalista judío que revolucionó de arriba abajo toda la doctrina de la Cábala hebrea y es considerado de los grandes en el rubro. Un aspecto central de las doctrinas de Luria fue el tema del mesianismo (no el mesías cristiano o el Cristo, por supuesto, sino el mesías davídico hebreo). Algunos consideraron que el propio Luria era el mesías, aunque esa idea a la postre no prendió.

Uno de los más importantes discípulos de Luria fue Haïm Vital, nacido en la ciudad italiana de Calabria en 1543, y que al igual que los italianos de Rhapsody of Fire respecto del Heavy Metal nórdico, es más over-the-top, ligeramente más ridículo, y también su poco más entrañable que sus maestros. Este era un tipo raro que tenía visiones y todo, y que se convenció de una manera u otra que su maestro en verdad era el mesías, y que se revelaría en 1575. Es comprensible que se quedara un poco confuso cuando Luria falleció en 1572. Vital le dio entonces un par de vueltas al asunto, y llegó a una increíble conclusión: ¡Luria no era el mesías porque el propio Vital en realidad lo era! Pero guarda silencio: en la tradición hebrea el mesías no puede proclamarse, sino que DEBE ser reconocido y proclamado por los demás (judíos, claro). Por eso, se guardó su sentimiento mesiánico para su propio capote, no diciéndole a nadie su extraordinaria conclusión. Por eso, grande fue su sorpresa cuando en 1574 le visitó un tal Abraham Shalom que... ¡le dice que es el mesías! Shalom le explicó al atónito Vital que éste no era el mesías (Shalom lo es) sino el precursor del mesías, aquél que debe anunciar su llegada. Abraham Shalom le ordenó entonces a Haïm Vital que fuera a Jerusalén a cumplir su misión de proclamar al mesías. No era un viaje tan largo (todo lo antedicho transcurre en Safed, una ciudad palestina entonces bajo dominio del Imperio Otomano), pero aunque desconocemos la respuesta, no es demasiado difícil adivinarla, dado lo que sucedió después (básicamente: nada).

1575 llegó y se fue, y no se produjo ningún acontecimiento que significara la Revelación. Pasaron los años, y Haïm Vital esperó, y esperó, y esperó... En 1612, casi en la setentena y ya muy enfermo, decidió no aguardar más, y escribió un libro en que explicó al mundo que él era el mesías prometido, que lo sabía desde hace 40 años, y que sus sueños y visiones eran la prueba. Por alguna razón, los cuatro gatos que leyeron el texto en la comunidad hebrea no se convencieron demasiado sobre lo firme de las pruebas argüidas por Vital. Tampoco Haïm Vital pereció tan de inmediato como pensaba: el bochorno duró hasta 1620, año en que finalmente falleció, en la ciudad de Damasco. Han pasado casi cuatro centurias desde eso, algunos otros hebreos intentaron presentarse como el mesías, y en definitiva la vida sigue igual...

domingo, 3 de julio de 2011

El triste destino de los túmulos de Cahokia.


Hace casi media década atrás, cuando Siglos Curiosos era todavía un blog joven y lleno de vida (bueno, diré lo mismo de Siglos Curiosos ahora cuando sea su medio siglo, si es que sobrevive hasta el año 2056...), publicamos un breve posteo acerca de Cahokia, la misteriosa ciudad prehispánica de Estados Unidos. Pero ahora es tiempo de hablar de uno de los elementos más característicos de su cultura: los túmulos. Nadie tiene mucha idea de qué eran: parece que algunos eran utilizados como plataformas ceremoniales, y otros para inhumar a sus muertos. Como de costumbre, cuando se carece de registros escritos, los arqueólogos deben sentarse a reunir sus escasas evidencias y especular.

Los famosos túmulos en cuestión ingresaron a la historia de la Arqueología en 1811, con las exploraciones de Henry Brackenridge: recordemos que, en esos años, la mayor parte de lo que en la actualidad es el territorio de Estados Unidos, eran vastedades sin explorar y sin reclamar por ninguna potencia occidental. Irónicamente, ya en el siglo XVIII se había instalado un monasterio francés en uno de los túmulos: el que en la actualidad es conocido precisamente como el Túmulo de los Monjes. Volviendo a 1811, Brackenridge se quedó anonadado con la enorme cantidad de túmulos que encontró, y le escribió a Thomas Jefferson (prócer de la independencia y en ese entonces ex Presidente de Estados Unidos) acerca de su hallazgo. Pero nadie hizo demasiado caso. Los estadounidenses en esa época, así como los occidentales en general, se sentían muy cómodos considerándose la punta de lanza de la civilización por sobre esos brutos salvajes no occidentalizados, no sólo por un caso grave de autoestima, sino también porque eso daba pretexto para repartir las tierras indígenas y enviar colonos a masacrar pieles rojas. En 1830, el Presidente Andrew Jackson firmó una ley por la cual todos los indígenas debían ser asentados al occidente del río Mississipi, en atención a que eran brutos salvajes que estorbaban a la civilización: si se probaba que los condenados túmulos habían sido fabricados por esos brutos salvajes, entonces quizás hubiera que reconsiderar esta calificación y tal vez no podrían instalarse buenos colonos cristianos en esas tierras paganas abandonadas de Dios. Las universidades, fieles al dogma de que nada bueno puede salir de la cultura de los nativos de Estados Unidos, destacaron a sus arqueólogos en donde de verdad existieron civilizaciones antiguas, o sea, el mundo grecorromano (del cual Estados Unidos se sentía sucesor, porque no en balde, se sentían perfeccionando la democracia inventada en Grecia y Roma).

Y así comenzó uno de los grandes crímenes en la historia de la Arqueología: la demolición de los túmulos. Después de todo, eran montoncitos de tierra bien apilada, y por qué no aprovecharlos, ¿eh? El Gran Túmulo alcanzaba nueve metros de altura, y fue demolido para ser utilizado como tierra de relleno en la construcción de un ferrocarril cerca de San Luis, en 1869. En 1931, los agricultures de rúcula se llevaron otro para obtener material de relleno. El sitio mismo en donde estuvo Cahokia contempló de todo, desde un salón de apuestas hasta un aeródromo e incluso un autocinema porno.

Las cosas cambiaron en la década de 1950. En ese tiempo el Presidente Dwight Eisenhower llevó a cabo su gigantesco proyecto para llenar Estados Unidos de autopistas interestatales. Pero dicho programa contemplaba además una serie de disposiciones que favorecían la actividad arqueológica, allí donde se descubrieran restos. Y como dos de las autopistas (la I-55 y la 70) cruzan justo donde hace cientos de años estuvo la plaza de Cahokia, hubo que investigar. Terminó entonces la masacre de túmulos, sobreviviendo sólo uno completamente intacto: el Túmulo 72, en donde se hicieron importantísimos hallazgos funerarios. Por cierto, el Túmulo de los Monjes (algo al norte del Túmulo 72) es considerada la estructura más grande de toda la arquitectura precolombina: es prácticamente igual de grande que la Gran Pirámide de Keops, y su circunferencia de base es más grande que la Pirámide del Sol en Teotihuacán.

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