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jueves, 30 de septiembre de 2010

El carbón y el día de los ratones.


La minería del carbón (casi cualquier forma de minería, en realidad) ha sido desde siempre una actividad durísima. No en balde, en la Antigüedad, uno de los suplicios clásicos para los condenados era enviarlos como esclavos a las minas. Aunque hombres legalmente libres, los mineros del carbón en Lota, en el sur de Chile, no la pasaban mucho mejor, esforzándose en jornadas de trabajo inauditamente largas (hasta 14 horas diarias) por sueldos de hambre, y ello, en un trabajo de alto riesgo debido a los accidentes y derrumbes. No es raro entonces que se desarrollaran algunas peculiares supersticiones entre los mineros del carbón de Lota, como defensa psicológica contra la incertidumbre.

Una de estas supersticiones es el "día de los ratones". Los mineros de Lota dedicaron el día de San Agustín como un homenaje a estos roedores que, huelga decirlo, se las arreglaban también para meterse al interior de las minas. Sucede que en las minas de carbón, el peor peligro de todos es el gas grisú, llamado también el "viento negro", que al escaparse, puede crear enormes explosiones dentro de la mina. Ahora bien, como el gas grisú es más pesado que el aire, tiende a irse a la parte baja de la mina, por lo que los primeros afectados son precisamente los ratones. De ahí, por la gratitud hacia esos bichos que daban aviso de la presencia del gas grisú, les dedicaron la festividad.

En el día de los ratones, ningún minero debía trabajar. El que lo hacía, rezaba la superstición, se exponía a serios peligros. Los ratones, por ejemplo, se echaban encima de la ropa del incrédulo y las emprendían con ella.

Hoy en día, el mineral de Lota se encuentra cerrado. Fue clausurado en 1997 por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle porque los costos de producción superaban al precio de venta de ese carbón en el mercado. Para la posteridad, la infernal vida en el mineral de Lota quedó plasmada en uno de los mejores trabajos literarios chilenos, el libro de cuentos "Sub-Terra" de Baldomero Lillo.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El hombre del Teatro de la Victoria.


Cuando se piensa en "el terremoto de 1906", generalmente se alude al que azotó a San Francisco, en Estados Unidos, en aquel año, y que ha sido algunas veces llevado incluso al cine. Pero entre 1905 y 1907, el planeta entero fue asolado por varios terremotos: los hubo en Honsiú (Japón), Colombia, las Islas Aleutianas, Nueva Guinea, Sinkiang (en China)... y también Valparaíso, en Chile, que es el lugar de nuestra presente anécdota. Por cierto, todos los terremotos mencionados sobrepasaron los 8 grados en la Escala de Richter.

Uno de los grandes orgullos del patrimonio arquitectónico de Valparaíso era el Teatro de la Victoria. Construido por el ingeniero Eduardo Fehrman, era considerado el colmo del refinamiento y del buen gusto. Antes del terremoto, el último tenor que había cantado había sido Antonio Paoli, uno de los más reputados en el mundo, y se le habían pagado nada menos que la (para ese entonces) portentosa suma de un millón de pesos.

Se consideraba a la construcción tan sólida, que se la creía a prueba de terremotos, y de hecho no poca gente buscaba cobijo allí en caso de movimiento telúrico. Y sin embargo el 16 de Agosto, cuando aconteció el terremoto, fue una de las primeras construcciones en venirse abajo. Aunque la siguiente crónica periodística en realidad es una especie de arrebato lírico, da buena cuenta del ánimo de la época por esto: "Fue la ruina más admirada en los días que siguieron a la catástrofe (...) No tenía nada que envidiarles a las más famosas ruinas de Italia y otros países de gran cultura, a las que acuden los viajeros impenitentes como el Coliseo Romano".

Finalmente, se resolvió que lo más práctico era demoler las ruinas. De manera que le aplicaron a los escombros una carga de dinamita, el 21 de Agosto, o sea, cinco días después del sismo. Un artículo periodístico de la época señala lo que sucedió entonces: "Cuando éstos volaron, quedó al descubierto un individuo, que estaba vivo y sano, pero hecho un esqueleto. Había estado enterrado ciento doce horas sin ningún alimento". No hay razón para suponer que el periodista mienta o exagere, pero la historia sigue siendo desconcertante: al pobre hombre no sólo se le desplomó encima un teatro que se consideraba inexpugnable, sino que además es liberado de los escombros encima suyo por una carga de dinamita que no le causa ningún daño de consideración...

jueves, 23 de septiembre de 2010

Ernesto Barros Jarpa y su sandwich.


El "Barros Jarpa" es el nombre que recibe en Chile el sandwich de jamón y queso caliente. Por motivos obvios se le llama también "aliado". Su historia es una especie de segunda parte o secuela del "Barros Luco", cuyo origen ya referimos en Siglos Curiosos.

Sin duda le resultaría curioso a don Ernesto Barros Jarpa ser mejor conocido por un sandwich, que como el diplomático de alturas que fue en el Chile del siglo XX. No sólo era un ameno profesor de Derecho Internacional, sino además pertenecía a la Academia Chilena de Historia. Siendo Ministro de Relaciones Exteriores y contando con apenas 26 años, envió en 1921 un cable al Perú sobre el problema de Tacna y Arica (en manos de Chile desde el Tratado de Ancón, que puso fin a la Guerra del Pacífico en 1884, aunque el Tratado estipulaba que se debería haber celebrado un plebiscito diez años después para decidir el destino de ambas ciudades). Las relaciones estaban rotas desde la llamada Guerra de Ladislao, un incidente político que devino en internacional. Barros Jarpa simplemente preguntó si no sería lo mejor celebrar el plebiscito desde luego. Los peruanos se quedaron de una pieza: ¿dónde estaba la trampa de los chilenos? Consultaron a Estados Unidos, que había sido nombrado como árbitro en el Tratado. Y los estadounidenses respondieron que Barros Jarpa estaba en lo correcto (aún así el plebiscito no se celebró, y el asunto se zanjó después por el Tratado de Lima de 1929, dejando Tacna para Perú y Arica para Chile).

A pesar de éstas y otras anécdotas que hacen de Ernesto Barros Jarpa un nombre ilustre, en la cultura popular se lo asocia al sandwich, como dijimos, y también al traje "barros jarpa". En la década de 1920, la moda era el chaqué, calificado por Barros Jarpa como "una prenda con faldones". En una tertulia con Carlos Noel, a la sazón Embajador de Argentina en Chile, idearon su propia rebelión estilística. Y entre varios se pusieron de acuerdo para llegar a una cena, vestidos todos los varones con chaqueta negra y pantalón rayado. Esta prenda, muy rebelde para la moda de la época y muy anticuada para la nuestra, se impuso fácilmente, y llevó el nombre de quien la impulsó en primer lugar.

Respecto del sandwich, su historia es peregrina. Ya existía el Barros Luco, que consiste en queso caliente con carne, cuando de pronto, en el Club de la Unión, debieron habérselas con una veda de carne. De manera que reemplazaron la carne por el jamón, y siendo Barros Jarpa un político conocido, cambiaron el nombre de "Barros Luco" a "Barros Jarpa"... (El alcance de apellidos no es casual: Ernesto Barros Jarpa y el Presidente Ramón Barros Luco eran efectivamente parientes). Pero Ernesto Barros Jarpa, según testimonia el periodista Hernán Millas, le confesó: "yo prefiero el Barros Luco"...

domingo, 19 de septiembre de 2010

Presidentes chilenos y apellidos extranjeros.


A pesar de que el castellano es el idioma oficial de Chile, y el más hablado (con la excepción de algunos reductos que usan el mapudungun o el kunza), lo cierto es que si quieres llegar a la Presidencia de Chile, un buen mecanismo para ello es tener apellido extranjero, ojalá de origen francés, alemán o inglés. Lo interesante es que esto en el siglo XIX no era así: de todos los Presidentes que gobernaron entre 1831 y 1920, sólo tres de ellos no tenían apellidos en castellano. Para colmo era el mismo apellido porque pertenecían a la misma familia: los Montt (Manuel Montt, Jorge Montt y Pedro Montt). Con Arturo Alessandri (1920-1925 primer período, 1932-1938 el segundo) aparece el primero de apellido italiano en la nómina. Habrá otro más: el hijo de Arturo Alessandri, el "cachorro de León", que es Jorge Alessandri y gobernará entre 1958 y 1964. Los tres presidentes radicales (1938-1952) serán todos de apellido castellano, y lo mismo pasará con el regreso de Carlos Ibáñez del Campo al poder entre 1952 y 1958.

Pero a mediados del siglo XX, las tornas de volvieron. Entre 1958 y 2010, o sea, los ocho Presidentes que gobernaron en los 52 años precedentes a la asunción de Sebastián Piñera, hubo tan solo dos de ellos con apellido castellano en el Palacio de la Moneda, y de ellos sólo Ricardo Lagos completó su período (el otro es Salvador Allende, que fue derrocado por una insurrección armada contra la legalidad, en 1973). Entre ambos suman nueve años, o sea, algo más del 17% de ese período. Del resto, un mismo apellido alemán se repite (Eduardo Frei Montalva, y después su hijo Eduardo Frei Ruiz-Tagle). Ricardo Lagos es en efecto el único de los cuatro Presidentes de la Concertación (1990-2010) que tenía apellido castellano. Para los cotejos, la evidencia:

-- JORGE ALESSANDRI RODRÍGUEZ (1958-1964) - Italiano.
-- EDUARDO FREI MONTALVA (1964-1970) - Alemán (los Frei son de origen suizo).
-- SALVADOR ALLENDE GOSSENS (1970-1973) - Castellano (con todo, su segundo apellido es extranjero: por parte materna es nieto de un inmigrante belga).
-- AUGUSTO PINOCHET UGARTE (1973-1990) - Francés.
-- PATRICIO AYLWIN AZÓCAR (1990-1994) - Inglés (estrictamente hablando, anglosajón).
-- EDUARDO FREI RUIZ-TAGLE (1994-2000) - Alemán (hijo del anterior Frei).
-- RICARDO LAGOS ESCOBAR (2000-2006) - Castellano.
-- MICHELLE BACHELET JERIA (2006-2010) - Francés.
-- SEBASTIÁN PIÑERA ECHEÑIQUE (2010-¿?) - Castellano.

El resultado son dos alemanes, dos franceses (irónicamente, una de las cuales sufrió torturas en la presidencia del otro), un italiano y un inglés. En un país mayoritariamente castellanohablante, resulta que seis de ocho presidentes en 52 años son de primer apellido extranjero, y uno de los restantes tiene un segundo apellido extranjero. Así es que si eres chileno y quieres optar a la Presidencia, ya puedes estar yendo al Servicio de Registro Civil e Identificación y pedir que te cambien el apellido de Pérez a Perry, Pernaut, Pettersson o Perrini...

jueves, 16 de septiembre de 2010

¡La primera Presidenta de Chile es mapuche!


Bueno, en la ficción al menos. Porque en la realidad, sabemos que la primera Presidenta de Chile era aria caucásica de raza blanca. Repasemos. En Marzo de 2006 asumió doña Michelle Bachelet Jeria como Presidenta de Chile, y gobernó hasta el terremoteado cambio de mando de Marzo de 2010. Como su apellido la denuncia, su ancestro por línea paterna no es hispano de pura cepa sino un inmigrante francés, como es la tónica de varios Presidentes de Chile. Bachelet no es por supuesto la primera mandataria a nivel mundial de sexo femenino, pero eligiéndola, Chile tuvo el honor de ganársela a Estados Unidos, país que suele dárselas de liberal y de avanzada, y que en 2008, entre preferir a la mujer o al negro, se quedó con el negro (saliera quien saliera, el chiste de humor políticamente incorrecto estaba servido).

Ahora sí entrando en la materia de este posteo en Siglos Curiosos, lo cierto es que en la novelística chilena ya había aparecido al una Presidenta mujer. Hablamos de la novela "La Luna para el que la trabaja" de Carlos Ruiz-Tagle. La obra fue publicada por Pineda Libros en agosto de 1973 (¡un mes antes del golpe de estado!), y es una especie de sátira del gobierno de la Unidad Popular (el capítulo "Venceremos" refiere el lanzamiento de un cohete con dicho nombre, que fue el eslogan de la Unidad Popular, lanzamiento que acaba fracasado, por no hablar del mismo título, paráfrasis del clásico lema socialista "la tierra para el que la trabaja"). Puede ser considerada como una novela, aunque en estricto rigor son una serie de relatos independientes, escritos en distintos estilos (cuento propiamente tal, cartas, partes policiales, etcétera), con un hilo conductor central, que son los esfuerzos de Chile por lanzar su propia carrera espacial. No existe por lo tanto un personaje central, aunque la mencionada Presidenta se acerque a dicho rol por protagonizar, o al menos ser mencionada, en varios relatos.

El personaje en cuestión no tiene apellido francés como Bachelet, sino mapuche: se llama Pastora Catrileo. Al comienzo vive en medio del mundo campesino mapuche, lugar en el que se instalan los laboratorios de la carrera espacial. Como el propósito del novelista es hacer sátira y no exégesis mitológica, no proporciona mayores datos sobre la carrera de Pastora Catrileo. Sin embargo, puede inferirse que, después de trabajar en la parte técnica de la carrera espacial chilena (que entre tanto lanza satélites artificiales e incluso coloca astronautas en órbita), deriva hacia la política, y acaba siendo elegida Presidenta de la República. El último capítulo es dedicado a los funerales de Pastora Catrileo, más o menos infiriéndose que habría fallecido en funciones.

Por supuesto que no debe tomarse esta novela como profética porque no era su intención predecir cómo iba a ser el futuro, pero tiene enjundia que en la ficción haya sido una castiza Pastora Catrileo, y en la realidad una extranjerizante Michelle Bachelet, la primera Presidenta de Chile. Sin embargo, en algo sí acertó la novela: se mencionan los funerales de Pastora Catrileo como apoteósicos, y se la llega a denominar Madre de la Patria Nueva, lo que es reminiscente de la alta popularidad que tuvo Michelle Bachelet como mandataria, en particular al dejar el cargo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

La enfermedad de Juan Antonio Ríos.


Nadie dice que la vida de un caricaturista político es fácil. Se supone que el caricaturista político debe incordiar a los políticos, criticarlos y ponerlos en ridículo, para bajarlos de su pedestal y hacerlos más humanos. Pero por otra parte, eso supone mantener un delicado equilibrio entre la crítica humorística y el ataque personal. Coke, el destacadísimo caricaturista chileno (seudónimo de Jorge Délano) mantuvo siempre la saludable línea de hacer humor siempre con la política, es decir, con la vida pública de los políticos, y no ponerse a escarbar en su vida privada, actitud muy responsable si se considera que era el editor de "Topaze", la más importante revista de humor político chilena entre las décadas de 1930 y 1970 (y probablemente de todos los tiempos). Con todo, aún así no pudo evitar una amarga metida de pata con el Presidente Juan Antonio Ríos.

Juan Antonio Ríos pertenecía al Partido Radical, y fue elegido Presidente de la República en 1942, reemplazando a Pedro Aguirre Cerda, quien también era radical, y había fallecido en ejercicio del cargo. "Topaze", fiel a su tradición de darle sobrenombres a los Presidentes, lo llamó "Don Mandantonio". El hombre de confianza de éste, para los asuntos internos, era Camilo Ramírez, cuyo cargo era ser Intendente del Palacio (del Palacio de la Moneda, la sede de Gobierno, se entiende), y que por azares del destino, era cuñado de Coke. Empezó a circular el rumor de que Juan Antonio Ríos estaba enfermo, y por lo tanto Coke, con diligencia, le preguntó a Camilo Ramírez qué tanto de cierto había en eso.

-Don Juan Antonio goza de excelente salud- afirmaba siempre el interpelado, cambiando el giro de la conversación, y con esto, Coke se daba por satisfecho. Pero como los rumores crecían, Coke aprovechó el filón para retratar a Don Mandantonio aquejado de una "enfermedad política", dibujándolo incluso en su lecho de enfermo. También empezó a retratarlo con el vientre cada vez más abultado, con alguna clase de misteriosa intuición. Porque lo cierto es que, en efecto, Juan Antonio Ríos estaba desarrollando un tumor maligno en su interior. Y lo desarrolló hasta el punto en que la noticia por fuerza hubo de hacerse pública.

-¡Cómo es posible que no me hayas dicho la verdad!- increpó entonces Coke a su cuñado. -¡Tu excesiva reserva me ha hecho incurrir en un equívoco que ha resultado de pésimo gusto!

-Era un secreto de Estado que me estaba vedado revelarte- dijo el compungido Camilo Ramírez. -Cuando yo te veía dibujar esas caricaturas sentía deseos de romperlas, pero había hecho un juramento que me sellaba la boca y me paralizaba las manos.

Al tiempo falleció Juan Antonio Ríos. Camilo Ramírez llegó a la casa de Coke con los ojos llorosos, y dijo:

-Era todo un hombre y así también supo morir.

jueves, 9 de septiembre de 2010

"¡Muera el Roto Quezada!".


Condorito es sin lugar a dudas la historieta chilena más famosa y reconocida a nivel internacional. Parte importante de su éxito radica en un elenco estable de personajes que son característicos de distintos estereotipos nacionales de Chile. Entre ellos está Don Chuma, el amigo ("compadre" o "cumpa") generoso siempre dispuesto a darle una mano al crónicamente desfinanciado Condorito, o Yayita, la novia eterna, o sus suegros don Cuasimodo y doña Tremebunda, o el pesadote galán Pepe Cortisona. Algunos personajes tienen un origen bastante peregrino. El Comegatos, por ejemplo, se basaba según el propio Pepo en un pescador del puerto de Caldera, "con una cara de gato que no se la podía" según el dibujante, y que además de eso, comía gatos.

Pero durante muchos años, en las décadas de 1950 y 1960, fue un chiste constante la presencia del Roto Quezada. Este no era un personaje, sino que aparecía en el trasfondo. A veces lo hacía en los titulares del periódico "El Hocicón", con frases más o menos como: "¡Pánico en la playa, el Roto Quezada se toma vacaciones!". Otras veces alguna mano anónima de Pelotillehue (la ciudad de Condorito) rayaba una pared con la expresión "¡Muera el Roto Quezada!", a veces con algún dibujo alusivo (un hombrecito de palotes, colgado), siempre a altura conveniente para que algún perro lo meara. Lo que no mucha gente recuerda a estas alturas, es que el Roto Quezada efectivamente existió.

Resulta que un día, Pepo y su esposa fueron a almorzar al Casino del Club Militar. Un funcionario llamado Washington Quezada, se insolentó entonces con la dama. En venganza por el bochorno, Pepo estigmatizó al Roto Quezada para siempre. No sólo creó el chiste de mostrarlo perpetuamente en los rayados de pared, sino que además, bautizó como Washington al perro de Condorito. El asunto duró lo suficiente como para que un día llegaran a la oficina de Pepo unos conocidos del hombre, que le pidieron no seguirlo molestando porque había muerto. Pepo dejó sus ataques por un tiempo, pero luego se enteró de que lo habían trasladado al Hospital Militar. Su venganza fue que, en una edición de "El Hocicón, diario pobre pero honrado", apareció la noticia de que el Roto Quezada se había comido toda la carne de los enfermos...

Con el paso del tiempo, el chiste fue desapareciendo de la historieta. Quizás algo tuvo que ver el hecho de que en 1973 principió el régimen militar en Chile, y siendo el señor Quezada un militar, era hora de ir guardando silencio sobre el tema. En cualquier caso, aunque el Roto Quezada ya no exista en la historieta de Condorito, la frase quedó como parte del repertorio popular chileno durante mucho tiempo, y de hecho, los chilenos algunas veces todavía la mencionan, sin saber de dónde salió, más allá de que era un chiste recurrente en la historieta de Condorito...

domingo, 5 de septiembre de 2010

Pepo y Condorito.


Condorito es, sin lugar a dudas, uno de los personajes de ficción chilenos más reconocidos a nivel internacional, si es que no es el más. La revista de Condorito se ha publicado no sólo en Chile, sino también en buena parte de Latinoamérica, y se ha transformado casi en parte del folclor. Expresiones como "PLOP" o "¡Exijo una explicación!" han quedado casi como parte del repertorio lingüístico popular chileno (ha caído en el olvido, por su parte, el clásico "¡Muera el Roto Quezada!"). Pero Condorito le debe su nacimiento... en parte al estadounidense Walt Disney.

En 1945, Walt Disney viajó a Latinoamérica para buscar inspiración. El resultado fue la película "Saludos, amigos", una serie de cortos animados que presentaban a varios nuevos personajes: el multicolor Pepe Carioca para Brasil, el fondón Pancho Pistolas para México... Y como homenaje al Presidente Pedro Aguirre Cerda (1939-1942), crea el avión Pedrito, un avión chiquitito que debe cruzar la marmórea cumbre del Monte Aconcagua para llegar al lado argentino. Después de ver la película, el dibujante chileno Pepo (seudónimo de René Ríos) se sintió ofendido de que el personaje chileno quedara tan en segundo plano respecto de los mucho más inspirados y coloridos representantes internacionales, de manera que se abocó a crear un personaje netamente chileno. En esos años, no sobra decirlo, Pepo dibujaba para la revista "Topaze", la más importante publicación de humor político de toda la Historia de Chile.

Pepo tomó el cóndor del Escudo Nacional de Chile, lo antropomorfizó un tanto (no mucho, en los primeros dibujos Condorito era prácticamente un cóndor con dos patas, aunque su forma se fue humanizando con el tiempo), y lo convirtió en un chileno de clase media a baja (un "roto chileno"), calzado con ojotas, viviendo en una mediagua (andando el tiempo mejoraría su situación social y su vivienda también haría lo propio) y aquejado por una escasez crónica de dinero para cigarrillos (sí, el primer Condorito fumaba). Sus caricaturas fueron publicadas en la Revista Okey a partir de 1949 (Okey era una revista de cómics para niños, famosa en su tiempo, que publicaba historietas como Brick Bradford o Flash Gordon, y cuyas historias de dos a tres páginas siempre solían terminar con el clásico "continuará"). Algunos años después, las historietas de Condorito fueron compiladas en tomos especiales, con lo que el personaje se independizó y fue publicado como revista hasta el día de hoy. Pepo, por su parte, aunque mantuvo un rol central sobre su personaje, fue delegando poco a poco el dibujo del mismo en otros dibujantes a contrata. Condorito significó casi una revolución en el mercado chileno, ya que en aquel tiempo, casi todas las historietas que se publicaban eran de procedencia estadounidense (en particular las de Walt Disney), por motivos económicos: para los editores era más barato pagar royalties que pagar a un dibujante.

La fama de Condorito eclipsó a otras creaciones quizás más específicas, más localistas, o simplemente no tan afortunadas de Pepo. En el humor político, Pepo se ganó un nombre en el cómic chileno por su personaje de Don Gabito, que publicaba en "Topaze", y que era una caricatura del Presidente Gabriel González Videla. Pepo lo dibujaba siempre jugueteando, y González Videla se sentía tan complacido que dijo: "Me capta tan bien, que logra mostrar mis más reservados propósitos. Muchas veces he deseado deslizarme por la baranda de la escalera del palacio presidencial, o colgarme de una lámpara". Otro de sus personajes fue Viborita, una jovencita al estilo de la década de 1940, que Pepo describe como "una bruja gentil, de labios pintados, que sabe pinchar a cada amiga con un alfiler diferente"... (¿habrán cambiado mucho las cosas, digo yo?). En cuanto a Pepo falleció en el año 2000, a los 88 años, víctima de un cáncer.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El matrimonio de Ramón Barros Luco.

Ramón Barros Luco, Presidente de Chile entre 1910 y 1915, fue sin lugar a dudas el más ineficiente e inercial de todos los que han pasado alguna vez por el cargo. Pero este quietismo absoluto que el pueblo chileno hubo de sufrir en aquellos días, entregó una serie de anécdotas para la posteridad. El propio Barros Luco era individuo de personalidad acomodaticia y socarrona, y ello dio lugar a muchas anécdotas. Su matrimonio no fue una excepción.

En 1897 era Presidente de Chile don Federico Errázuriz Echaurren, y éste quiso enviarlo a un cargo en Francia. Pero Ramón Barros Luco era un solterón recalcitrante, y ya había pasado la sesentena, y Errázuriz, por un tema de imagen y de protocolo diplomático, prefería a alguien que estuviera casado. Barros Luco le pidió entonces al Presidente Echaurren unas semanas para solucionar el tema.

Visitaba Barros Luco asiduamente a la familia de don José Florencio Valdés, un parlamentario amigo, en la cual había una señorita joven, buenamoza, y que recientemente había enviudado, heredando una suculenta fortuna. Barros Luco pidió entonces la mano... de su hermana mayor, doña Mercedes Valdés Cuevas, que ya había sobrepasado la cincuentena y que ya se había resignado a vestir santos. Por supuesto que esto extrañó a todo el mundo, y le fueron a consultar a Barros Luco sobre el por qué de su decisión, a lo que éste replicó:

- A mis años, prefiero ser una sorpresa para una soltera antes que un desengaño para una viuda...

Y una anécdota más para cerrar este posteo. Doña Mercedes era mujer muy devota, y veía con preocupación la carencia de fe de su flamante marido. Un día le pidió que ambos se dedicaran, en las tardes, a leer vidas de santos. La socarrona respuesta de Barros Luco: "Mercedita, no hay que meterse en las vidas ajenas"...

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