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domingo, 28 de junio de 2009

La historia del símbolo de la paz.


Los movimientos pacifistas no eran cosa del pasado reciente, y desde siempre ha habido gente opuesta a las guerras, aunque fue recién en el siglo XIX que estos movimientos se expandieron desde la élite intelectual y sus panfletos filosóficos hasta los peatones de todos los días, quienes empezaron a movilizarse contra la creciente carrera armamentista del mundo. Pero después de 1945, disponible ya el arma atómica (al menos en potencia) para todos los arsenales del mundo, las marchas pacifistas se tornaron incluso más angustiosas. Después de todo, ya no eran pueblos arrasados ni sembradíos quemados los que estaban en juego, sino la supervivencia de la Humanidad como un todo.

En medio de aquel ambiente, en el año 1958, se convocó una marcha de cuatro días en Londres, a favor del desarme nuclear. El diseñador y artista Gerald Hortom decidió diseñar un símbolo que fuera simple, apropiado para ser reproducido muchas veces, y que representara la paz. Tomó entonces las iniciales de "Nuclear Disarmament" ("Desarme Nuclear"), y empleando el sistema de banderas del semáforo, unió la N (un hombre con los dos brazos abiertos hacia abajo en 45°) y la D (un hombre con un brazo extendido hacia abajo y otro hacia arriba), inscribiéndolos dentro de un círculo. El propio Hortom dijo también, en otra ocasión, que el dibujo representa a un hombre con los brazos abiertos en desesperación.

El nuevo logotipo fue dejado intencionadamente sin derechos de autor, para que así pudiera ser reproducido sin problemas por los manifestantes contra la guerra y las armas. Y ha sido reproducido también en propaganda comercial, pero no se puede evitar que las acciones altruistas sean explotadas a veces... Con todo, el dibujo ha pasado a ser el símbolo de paz por antonomasia, al nivel de la paloma con la rama de olivo o similar.

jueves, 25 de junio de 2009

Sistemas de numeración.

La "base" de un sistema de numeración es, en términos bien simples, el punto en el cual un orden de números da paso al siguiente. Suena un tanto abstracto, pero si lo ejemplificamos con nuestro sistema, podrá entenderse. El sistema numérico nuestro, comúnmente llamado "arábigo" a pesar de que los árabes fueron sólo transmisores del mismo (fue inventado en la India), es de base 10. Esto quiere decir que el primer orden (el de las unidades) abarca 10 números (cero a nueve), después de lo cual pasa al orden siguiente (el de las decenas), ampliándose 10 veces (0 a 99) hasta pasar al orden de las centenas o centenares, ampliándose otras 10 veces (0 a 999), hasta pasar al orden de los miles, y así sucesivamente hasta el infinito.

El sistema de numeración romano, por su parte, también es decimal, pero como no es posicional (o sea, las cifras no representan cantidad dependiendo de su posición, como nuestro 9 que puede ser 9, 90 o 900 según cuántos ceros haya después), necesitaban de un nuevo símbolo cada 10 unidades: I (1), X (10), C (100), M (1000). Y se ayudaban con números intermedios para acortar las cifras: V (5), L (50), D (500). (Para ser más exacto, esta intercalación hace que el sistema romano sea "biquinario", o sea de base "de doble cinco", podríamos decirlo así).

Nuestro sistema de notación nos parece tan intuitivo, que nos cuesta concebir otros sistemas de numeración. Y sin embargo, históricamente los ha habido diferentes. Parece ser que nuestro sistema deriva del hecho de que poseemos 10 dedos en las dos manos, y por tanto, podemos contar con ellos una sola vez de cero a diez sin dificultad. Pero los griegos usaban una sola mano, y su sistema era de base 5, por lo que cada nuevo orden se obtenía ampliando la base no 10 veces como nosotros (1, 10, 100, 1000...), sino 5 veces (1, 5, 25, 125...). Más complejo fue el sistema maya, que era de base 20. O sea, cada nuevo orden venía ampliando 20 veces la base (1, 20, 400, 8000...). De manera por completo independiente, los antiguos celtas también desarrollaron un sistema de base 20, cuyos vestigios aún se conservan hoy en día en el idioma céltico de Irlanda, así como en el francés.

Los babilonios, por su parte, usaban un sistema decimal (de base 10), pero también uno de base 60 (1, 60, 3600, 216000...). De dónde lo sacaron es un misterio, pero incluso en medio del imperio decimal en que vivimos, sobreviven vestigios de ese sistema, ya que dividimos la hora en 60 minutos y el minuto en 60 segundos... y el círculo en 360 grados, que es seis veces 60.

Además, el desarrollo tecnológico le ha dado cabida a otros sistemas de numeración. El famoso código binario de las computadoras, cuya base es el 0 y el 1, en el fondo es un sistema de base 2, en donde los nuevos órdenes parten con el 1, el 2, el 4, el 8...). Otro sistema vinculado a las computadoras es el hexadecimal, de base 16 (1, 16, 256, 4096...). Un kilobyte (el famoso Kb), por ejemplo, no equivale a 1000 bytes, como su prefijo "kilo" podría dar a entender, sino a 1024 bytes, que es igual a 2x2x2x2x2x2x2x2x2x2.

Como nota anecdótica, digamos que en la novela de ciencia ficción de Jack Vance titulada "Los lenguajes de Pao", una civilización extraterrestre usa un sistema de base 8 (1, 8, 64, 512...), lo que tiene algunas curiosas consecuencias en el lenguaje (la novela explora precisamente el tema del control social a través del lenguaje). Piénsenlo. Si alguien en Pao quisiera barruntar "¡no puedo hacerlo, tengo 100 cosas que hacer!" como metáfora de estar muy ocupado, debería decir en su idioma "¡no puedo hacerlo, tengo 64 cosas que hacer!". Los sistemas de base numeral definen muchas cosas, desde las metáforas hasta el sistema monetario, incluyendo las unidades de medición, etcétera...

domingo, 21 de junio de 2009

Palabras de empresarios.


Siguiendo el rastro del origen de las palabras, uno puede descubrir que mucho del vocabulario empresarial, partiendo por la misma palabra "empresa", tenían a veces sentidos distintos en su origen, que aquél usado actualmente. Pero como los empresarios no suelen leer Siglos Curiosos, y en verdad no leen más allá de los informes de la Bolsa, podemos desnudar estos orígenes impunemente. Veamos...

-- BANCO Y BANCARROTA. Ya nos referimos a esto latamente en un posteo anterior de Siglos Curiosos, y a él nos remitimos.

-- CAPITAL. También nos referimos a esto precedentemente en Siglos Curiosos, y al posteo respectivo nos remitimos.

-- COMPAÑÍA. El origen de este término puede considerarse como religioso o militar. Compañeros son los que comparten ("com-") el pan. Cuando en el siglo XII empezaron a surgir las primeras empresas mercantiles, los socios estaban haciendo justamente eso, compartiendo sus bienes (arriesgando su "pan") para obtener ganancias de ello.

-- CONTADO. Pagar al contado significa hacerlo de una manera en que se pueda verificar de inmediato lo pagado. Y esto se hace, por supuesto, contando las monedas respectivas. Aunque hoy en día se suele pagar con medios abstractos (cheques u otros documentos), la expresión se conserva.

-- CRÉDITO. Esta palabra no ha cambiado demasiado. Darle crédito a alguien significa simplemente confiar en su palabra. Sin embargo, aunque el sentido antiguo se conserva, hoy en día no mucha gente se fía de la palabra de otros, y prefieren asegurarla haciendo firmar un montón de papeles. Es lo que tiene la evolución de la Economía, que vuelve creativa a la gente...

-- EMPRESA. Originalmente una empresa era simplemente una acción esforzada. Así, por ejemplo, se podía hablar de las empresas de los caballeros medievales, en sus cruzadas de matar dragones e infieles. Cuando surgieron los burgueses, reuniendo capitales para esforzarse en hacerlos fructificar, esto también fue llamado "empresa", por muy prosaica que ésta fuera en relación a otras empresas más idealistas.

-- INSOLVENCIA. Ser insolvente significa literalmente no poder solver (solver, más el prefijo negativo "in-"). Solver, del latín "solvere", y también en castellano como un arcaismo, significa pagar. Solución así es un arcaísmo para designar el pago, y el insolvente es, por lo tanto, quién no puede solucionar sus deudas. Huelga decir que mientras la palabra "insolvente" conserva su sentido original, la palabra "solución" siguió un camino independiente hasta encontrar un sentido relacionado, pero bien diferente, al original.

-- NEGOCIO. Etimológicamente, es un compuesto de la palabra "otium" ("ocio" en latín), y el prefijo "neg-". O sea, hacer un negocio significa literalmente negarse un tiempo de ocio. Esto es muy congruente con la ideología de los burgueses de la Edad Media, quienes inventaron aquello de que "tiempo es dinero".

-- PAGARÉ. Un pagaré es simplemente un reconocimiento de deuda (el deudor afirma "pagaré la cantidad X de dinero en tal fecha"). La ventaja de los pagarés es que son transables: esto es, son deudas que pueden ser traspasadas a terceros para que éstos las cobren, quedándose con una diferencia o "spread" a su favor.

jueves, 18 de junio de 2009

¿Los diamantes son eternos...?

Una de las novelas de James Bond, medio adaptada para el cine en 1971, "Diamonds are Forever" ("Los diamantes son eternos" en Latinoamérica, "Diamantes para la eternidad" en España) jugaba con el concepto de que estos pedruscos de carbono son para siempre. Poco antes, en 1961, Blake Edwards unía a los diamantes con el encanto eterno de Audrey Hepburn en su clásico "Desayuno con diamantes" ("Breakfast at Tiffany's"). Estas son pruebas de lo instalada que está en la cultura popular, la noción de que los diamantes son para siempre. Y sin embargo...

A comienzos del siglo XX, los diamantes eran asociados con la aristocracia, y en particular con la realeza. En Estados Unidos, se había empezado a imponer la costumbre de que los anillos de compromiso debían tener diamantes engarzados, pero esto quedó bruscamente interrumpido con la Gran Depresión. Los productores de diamantes se vieron en la boca de la catástrofe, porque a la demanda decreciente se sumó una oferta creciente, ya que se descubrieron nuevas minas en Sudáfrica, y el resultado de todo eso sólo podía ser el desplome brutal de los precios.

Los financistas británicos respondieron creando De Beers Consolidates Mines, la mayor firma de diamantes de todo el siglo XX. En Septiembre de 1938, Harry Oppenheimer, hijo del fundador de De Beers, viajó a Nueva York para encontrarse con Gerold M. Lauck, el presidente de la importante agencia publicitaria N. W. Ayer. La cita había sido arreglada nada menos que por el Morgan Bank, que como buen banco inversor, estaba preocupado por el hundimiento de los precios de los diamantes. La relación resultó fructífera, y se realizaron varios estudios sobre cómo llevar a cabo la campaña publicitaria. Finalmente se decidió que debía crearse demanda entre los jóvenes, inculcando la idea de que un anillo de compromiso con diamantes era para siempre, y que mientras más grande y más fino fuera el diamante, más grande sería el amor expresado a través del anillo. Se aconsejó explotar a la industria del cine como medio, ofreciendo modelos cinematográficos de romance con diamantes de por medio. También se ofrecerían historias y fotografías de sociedad a periódicos seleccionados. Se hicieron reproducciones de artistas como Picasso y Dalí, inculcando la noción de que cada diamante era como una obra de arte, una pieza única e irrepetible.

La campaña fue todo un éxito. La venta de diamantes se incrementó en un 55% en Estados Unidos desde 1938, y consiguió mantenerse constante a través de numerosos vaivenes económicos. También hubo una internacionalización: en Japón, en 1967, apenas un 5% de mujeres recibían un anillo de compromiso con diamantes, mientras que en 1981, ese porcentaje había subido al 60%... Incluso durante la Crisis del 2008 y 2009, en que los precios de numerosos recursos naturales se han venido catastróficamente abajo, en Febrero del 2009 el precio mundial de los diamantes apenas había descendido un 12%, uno de los mercados de commodities más firmes a nivel mundial...

domingo, 14 de junio de 2009

¿Dónde está Xibalbá?


Apenas supera cierto margen de complejidad, toda mitología comienza a desarrollar una noción sobre cómo será la morada de los muertos, y de ahí a inventarse un inframundo había tan solo un paso. Los mayas no eran la excepción, y se inventaron a propósito un lugar llamado Xibalbá. Los sacerdotes católicos, siempre dispuestos a demonizar todo lo que no reconociera con humildad y humillación al Dios Cristiano como su Amo y Señor, dijeron que Xibalbá era el Infierno, y así se lo enseñaron a los mayas. Sin embargo, según se desprende del poema épico "Popol Vuh", es claro que Xibalbá no era exactamente el Infierno, o al menos, no con las consonancias malignas que le asigna el Cristianismo: era la morada de los muertos, sí, pero se correspondía más bien con la enfermedad, como parte integrante de la vida.

Una característica sobre Xibalbá que puede quizás ser desconcertante para el lector moderno, es que no era un lugar más o menos abstracto (como el infierno cristiano), sino que poseía una localización bastante específica. De partida, es un lugar claramente subterráneo, porque los habitantes de Xibalbá se mosquean al oir el estruendo en la superficie, de los hermanos Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú jugando a la pelota, estruendo que ellos oyen sobre sus cabezas. En segunda, cuando dichos hermanos, engañados por los señores de Xibalbá, son invitados a tales dominios, el "Popol Vuh" describe su ruta (sigo la traducción de Adrián Recinos): "(...) fueron bajando por el camino de Xibalbá, por unas escaleras muy inclinadas. Fueron bajando hasta que llegaron a la orilla de un río que corría rápidamente entre los barrancos llamados Nu Zivan Cul y Cuzivan, y pasaron por ellos. Luego pasaron por el río que corre entre jícaros espinosos".

Comenta Adrián Recinos (en la edición del "Popol Vuh" del Fondo de Cultura Económica, por más señas) que los topónimos ayudan a conocer la localización más o menos precisa de Xibalbá. Como los protagonistas del "Popol Vuh" son claramente los cakquichel, entonces los barrancos mencionados implican que los protagonistas descendieron a las tierras bajas del Petén. Sumado a ciertas indicaciones geográficas, pareciera ser que los autores consideran que Xibalbá se encuentra en la región poblada por los itzáes, hasta donde los mayas clásicos nunca consiguieron extender su dominio.

Más interesante aún, es que a pesar de ser Xibalbá un ámbito sobrenatural, una verdadera "mansión de los muertos" en todo el sentido de la palabra, sus señores podían ser muertos. Es más, el propio "Popol Vuh" recalca que no son inmortales, y que la muerte les sobreviene como castigo a su orgullo. De esta manera, es bastante probable que el escritor del "Popol Vuh", un maya anónimo de las regiones "clásicas" del mundo maya, se haya tomado una venganza poética contra los sus enemigos seculares los itzáes, poniéndolos como "los malos de la película", y situando el inframundo en sus tierras.

jueves, 11 de junio de 2009

Los mayas no pueden haber sido tan inteligentes.


Hace varios meses atrás comentábamos en Siglos Curiosos como los arqueólogos europeos no se gastaban investigando el Sudán, en la creencia de que esas tierras pobladas por negros no eran dignas de producir ninguna civilización, y siguieron pensando así aunque algunos esforzados pioneros empezaron a obtener evidencia cada vez más contundente de que pueblos de raza no blanca (los kusitas, en este caso) podían erigir una civilización por sí mismos. Otro tanto ocurrió con los mayas en América. Porque se conocía la existencia de sus ruinas desde el siglo XVIII, pero nadie hizo demasiado por investigarlas, en la convicción de que debía tratarse seguramente de alguna clase de monumental malentendido.

Durante el gobierno de Carlos III de España (1759-1788) llegaron a la corte española ciertas noticias de que había ruinas muy curiosas en la región de Palenque. Carlos III era en general un monarca más o menos progresista, tanto como podían serlo los reyes absolutos sin hacer tambalear su trono (estaba de moda el "despotismo ilustrado"), y tenía un razonable interés en la cultura. En la época se estaba poniendo de moda la Arqueología, debido al creciente interés por las ruinas grecorromanas, y Carlos III no fue inmune a la epidemia. De manera que envió al capitán Antonio del Río a sus dominios mexicanos, con la misión de encontrar, explorar, inspeccionar y dar reporte sobre aquellas ruinas.

Antonio del Río llegó a Palenque el 5 de Mayo de 1787. Luego de una breve inspección se marchó, regresando trece días después, con un equipo de 79 trabajadores. No se puede decir que no se esforzaran: despejaron la vegetación, retiraron piedras caídas de las entradas, recogieron cuanta muestra de alfarería estuvo a su alcance, y se aventuraron en los pasadizos subterráneos cuyas entradas pudieron localizar. Lo que apareció entonces hizo enmudecer de asombro a los españoles, no sólo por lo vasto de las ruinas, sino también por las señas de que había existido un complejo sistema de acueductos en la ciudad. Tanta tecnología en medio de una civilización maya, que a Antonio del Río se le antojaban poco menos que un puñado de brutos campesinos, le hizo creer que aquella ciudad era la obra de un grupo de aventureros fenicios, griegos, romanos, o de cualquiera otra nación avanzada de la Antigüedad, que habían enseñado a los lugareños todo lo que ellos mismos, como buenos salvajes que eran, jamás habrían podido inventar por sí mismos.

Recién en 1881, el militar británico Alfred Percival Maudslay afrontó nuevamente el reto de investigar las ruinas mayas con detención. Para esas fechas se habían hecho ya algunos otros hallazgos, incluyendo la fastuosa Chichén Itzá, así como Copán y Tikal; Maudslay añadiría Yaxchilán al listado. El británico se abocó a la complicada misión de descifrar los jeroglíficos mayas, y no pudo conectarlos con las escrituras del Viejo Mundo. Tampoco había en las ruinas mayas nada que sugiriera conexiones culturales con Grecia o Roma. Su conclusión fue atronadora para su tiempo, pero esencialmente correcta: los mayas habían creado en dicha región una civilización prácticamente autógena (hoy en día se acepta que recibieron lo esencial de su legado histórico de un pueblo anterior, los olmecas, si bien los mayas lo mejoraron grandemente). Y defendió sus ideas en un compendio de cinco volúmenes sobre la naturaleza agreste y las ruinas arqueológicas de los mayas, publicado en 1902. Maudslay tuvo entonces el gran mérito de haberles dado a los mayas su más que bien merecido lugar en la Historia Universal, en pie de igualdad con griegos, romanos, egipcios o chinos.

domingo, 7 de junio de 2009

Taarof.

Todas las culturas han desarrollado reglas de etiqueta, cortesía, decoro y buen comportamiento para evitar las fricciones sociales entre el "yo quiero" y el "tú quieres". Por supuesto que lo decoroso en algunas culturas, no lo es en otras, y esto tiene mucho que ver con los principios propios de cada cultura. En Persia (Irán), lo que se considera decoroso es el taarof (تعارف en persa: "t'aarof").

El taarof puede definirse como un código básico de relaciones interpersonales. Deriva de una raíz árabe ("arafa", que se refiere a adquirir conocimiento de algo), pero la derivación persa es propia de su cultura, y no viene de Arabia. Puede decirse que el taarof es el humillarse a uno mismo para enaltecer a la otra persona. De esta manera, dos personas actuando con taarof hacen una verdadera competencia de humildad, lo que por su parte hace posible, paradójico esto, que se traten como iguales. De esta manera se liman las fricciones dentro de la jerarquía social iraní. En el taarof se requiere mucha amabilidad e intuición, a través de un largo intercambio de súplicas y negativas, hasta que finalmente se puede revelar el fondo de la negociación. La máxima expresión del taarof implica mostrarse refinado y aparentemente sincero, sin manifestar jamás los verdaderos sentimientos, y se considera como la destreza social más deseable por los iraníes.

Esto lleva a situaciones que para los occidentales pueden ser totalmente paradójicas, como que en una negociación el vendedor se niegue a ponerle precio a una cosa, sugiriendo que no tiene ningún valor, mientras que el comprador suplica porque le revele un precio. En cuanto a la hospitalidad, podrá verse que el hospedante insista en prestar alojamiento y comida, mientras que el huésped se niegue obtusamente a ello. En verdad, en ambos casos, están obligados a toda esa retórica por el taarof: en algún minuto u otro, ambas partes cederán un poco y entonces comenzará la negociación de verdad.

La razón de este comportamiento, que podría considerarse un derroche de energías, y aún una forma de hipocresía, para ojos occidentales, tiene que ver con la confusa historia iraní. Los persas mismos llegaron como invasores a Irán en épocas anteriores a Cristo, y luego a su vez, a pesar de haber sido imperio alguna vez (algo de lo que se enorgullecen como un pasado nacional, por cierto), han sufrido en carne propia invasiones y más invasiones. Los propios iraníes no tenían forma alguna de escapar, siendo su país pura montaña y desierto como lo es, y por tanto, se veían obligados a soportar lo que viniera, por parte de los invasores, sin rechistar. De esta manera, el taarof nació como una manera de hacer de necesidad virtud, convirtiendo la apremiante obligación de fingir los propios pensamientos y sentimientos frente a alguien que podía ser amistoso u hostil (y más aún, falsamente amistoso u hostil), en un densamente elaborado código ritual. Y se ha transformado en parte de su cultura, hasta el día de hoy.

jueves, 4 de junio de 2009

El Cilindro de Ciro.


Uno de los más importantes testimonios históricos que conservamos del Medio Oriente, es sin lugar a dudas el Cilindro de Ciro. Su valor exacto es sumamente discutido, no tanto por el peso arqueológico que tiene, sino por las inevitables ramificaciones políticas que tiene el usar la Arqueología para apoyar esto o aquello. Pero aún así, sigue siendo un documento importantísimo del Imperio Persa, cuya historia debe ser laboriosamente reconstruida o bien por los siempre más o menos interpretables resultados arqueológicos, o por testimonios de pueblos extranjeros (los escritores de la Biblia, el griego Heródoto...) que observaban de los persas lo que querían observar, no siempre con la más completa objetividad.

El Cilindro de Ciro fue descubierto en 1879, y desde ahí viajó hasta el Museo Británico, en Londres, destino común de tantos tesoros arqueológicos mundiales por otra parte. Es un cilindro de arcilla que mide 23 centímetros de largo y 11 de diámetro, más abombado en el centro, escrito en caracteres cuneiformes acadios en 40 líneas, no todas ellas perfectamente conservadas. Se lo supone escrito después del año 538 a.C., por la circunstancia básica de que se refiere a la conquista de Babilonia por Ciro el Grande, evento que ocurrió justamente en ese año.

El Cilindro de Ciro refiere la conquista babilónica, sin jactarse demasiado de sus victorias militares, aunque sin evitar el lugar común de los testimonios propagandísticos antiguos, de considerar a Ciro como un hombre bendecido por los dioses por ser un triunfador (de hecho, se lo presenta casi como ejecutor de la voluntad de Marduk, el dios tutelar de Babilonia). Establece la comparación entre el "malvado" (por decirlo en esos términos) y derrotado régimen imperial de los caldeos, y el victorioso régimen de Ciro. El hecho más llamativo es que menciona como Ciro el Grande, lejos de entrar como sojuzgador de naciones, restituye a varias de ellas a sus tierras nativas (los caldeos tenían la costumbre de arrancar a la élite de las naciones conquistadas y sumirlas en Babilonia para impedir rebeliones futuras, algo que los hebreos experimentaron a su costa en el saqueo de Jerusalén de 587 a.C., y los hebreos quedaron tan agradecidos de Ciro que lo consideraron un Mesías).

El gobierno del Shah Mohammed Reza Pahleví transformó el Cilindro de Ciro en un extraordinario objeto propagandístico. En 1971 celebró los 2500 años de la Monarquía Persa, con una ostentosa ceremonia, y como parte de los festejos, regaló a las Naciones Unidas una réplica del Cilindro de Ciro, promoviéndola como la primera Carta Magna de Derechos Humanos en la Historia Universal. Muchos historiadores han criticado lo que aparece como una manipulación propagandística (en particular porque el régimen del Shah y su policía secreta, la temida SAVAK, tampoco se caracterizaban por un respeto demasiado estricto a los derechos humanos), ya que el concepto de derechos humanos en cuanto tales es una creación de la Revolución Francesa, si bien puedan existir antecedentes más antiguos. Aún así, nadie puede discutir que el Imperio Persa, de Ciro el Grande, fue un modelo de tolerancia política, en una época que consideraba al vencido en lid como un pueblo sin derechos, y en que arrasar ciudades rebeldes era considerado algo más o menos normal (por cierto, los griegos y romanos, considerados muchas veces como epítomes de civilizaciones humanistas, tampoco desdeñaron de tarde en tarde el deporte de borrar ciudades del mapa). Se ha discutido si este carácter tolerante y humanista del Imperio Persa era por el idealismo infundido por la religión ecuménica del Zoroastrismo a los persas, o bien una medida pragmática destinada a conservar formas gubernamentales que, después de todo, antes de la invasión persa igual funcionaban bien (los persas eran en ese tiempo un pueblo montañoso y no tan civilizado como babilonios, egipcios, arameos o griegos), pero el resultado es que la propaganda del Cilindro de Ciro no está demasiado lejos de la realidad: el Imperio Persa fue uno de los pueblos más humanitarios que conoció la Antigüedad (y quizás, todos los tiempos).

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