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domingo, 30 de septiembre de 2007

La leyenda de Licarayén.


Contrariamente a lo que la creencia popular pareciera indicar, el pueblo de los mapuches, conocidos también como araucanos, ubicado en la Zona Central de Chile, sí manifestaba el rasgo ritual prototípico de muchas culturas aborígenes del mundo, desde Hawaii hasta los antiguos hebreos y germanos, de solucionar crisis urgentes con sacrificios humanos. En 1960, después del gran terremoto que sacudió a Valdivia, los mapuches hicieron noticia, y de paso desagradaron a todo Chile, cuando en cumplimiento de sus rituales religiosos, celebraron un sacrificio humano para contentar a los pillanes (los espíritus que representan las fuerzas naturales).

Dentro de la Mitología Mapuche hay al menos una referencia mítica a los sacrificios humanos. Se refiere a la historia de Licarayén. La leyenda refiere que el malvado Pillán (espíritu) del volcán Osorno, odiaba la virtud y la laboriosidad, y amaba el vicio y la depravación. De manera que reventaba el volcán cada vez que los indios abandonaban la bebida y la vagancia y se ponían a cultivar la tierra. Para terminar este estado de cosas, por consejo de un anciano, se resolvió sacrificar a la doncella más pura y virtuosa de la tribu, la que resultó ser Licarayén, quien era la hija del cacique (líder de la comunidad).

Aunque el cacique no se resignaba a tener que entregar a su hija en sacrificio, ella misma decidió, con enorme entereza de espíritu, sacrificarse para salvación de la comunidad entera. Sólo pidió a cambio el morir de una manera agradable, de manera que fue encerrada con una enorme cantidad de flores, que la adormecieron. Luego, por la intervención mágica de un ave, el corazón de Licarayén fue llevado hacia el cono del volcán Osorno y dejado caer ahí, después de lo cual una intensa nevazón selló el cráter de los volcanes Osorno y Calbuco para siempre, al tiempo que la primera nieve, derretida al contacto de la lava, formó cuatro lagos en la región.

Por supuesto que la leyenda termina con moraleja. El hechizo que mantiene al Pillán del volcán Osorno en su prisión cesará el día en que los mapuches dejen la virtud y el trabajo para entregarse de nuevo a los vicios. Ojalá que eso nunca suceda, por supuesto.

jueves, 27 de septiembre de 2007

La muerte de Caupolicán.

La década de 1550 fue vivida en Chile a sangre y fuego. Los españoles, que habían fundado Santiago de Chile en 1541, tuvieron que lidiar con la rebelión del toqui Lautaro, que destruyó dos veces Concepción y después inició una marcha sobre Santiago que sólo paró una certera emboscada.

La resistencia contra el invasor español fue entonces continuada por Caupolicán. La crónica de sus hechos fue consignada por Alonso de Ercilla en su poema "La Araucana", y por Góngora y Marmolejo en su "Histórica relación del Reino de Chile". Aunque su imagen ha sido siempre presentada en términos heroicos, lo cierto es que como caudillo militar fue bastante anodino: no fue un táctico brillante como su predecesor, fue capturado en menos de un año, y ejecutado de manera harto ignominiosa.

Es recordada la manera en que Caupolicán fue elegido toqui. El cacique Colo Colo llamó a concurso a todos los mocetones araucanos para que levantaran un tronco. El que lo tuvo levantado mayor tiempo fue Caupolicán, y así fue elegido. Desgraciadamente, poco podían la pura bravura y la mera fuerza física contra el ejército español, que aunque no guiado tampoco por grandes caudillos, contaban con una aplastante superioridad táctica y tecnológica.

Después de capturado, Caupolicán recibió la visita de su esposa Fresia, quien le trajo a su bebé recién nacido. Fresia le afeó a su marido el haberse dejado capturar, y acto seguido, estrelló al bebé contra el suelo, reventándolo contra una roca. Se supone que esto fue un acto heroico por parte de ella.

La muerte de Caupolicán, por su parte, fue un tanto exótica: lo sentaron sobre una pica y lo empalaron. Decimos "exótica", porque este castigo no era mapuche, y realmente ni siquiera era un suplicio español: cuando lo aplicaron, los españoles lo copiaron probablemente de los turcos otomanos. El castigo del empalamiento era usual no en América ni en España, sino en el Medio Oriente, y también en los Balcanes, como lo prueba cierto siniestro empalador del siglo XV conocido como Vlad Tepes, alias Drácula... De hecho, Caupolicán es probablemente el único caso registrado de empalamiento en toda la Historia de Chile. Por cierto, terminemos diciendo que corría el año 1558.

domingo, 23 de septiembre de 2007

El terremoto de 1822.


Debido a su ubicación sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, Chile es considerado, junto con Japón, como uno de los países más activos sísmicamente en todo el mundo. Los terremotos y erupciones volcánicas son, por tanto, un ingrediente autóctono de la historia chilena. Entre estos eventos, uno de los más importantes fue el terremoto de 1822.

En dicho 1822, hubo un intenso terremoto en Copiapó. Sin embargo, al ubicarse este asentamiento casi en el borde de lo que en ese tiempo se llamaba el "Despoblado de Atacama", tuvo pocos efectos sociales. Un par de semanas después, vino otro aún mayor, y éste sí que se ubicó más próximo a la Zona Central. El 19 de Noviembre de 1822, en Valparaíso, hubo un día extraño, con gran marejada, pero sin viento. A las diez de la noche surgió un enorme ruido de la tierra, y ésta se movió. Este primer movimiento fue suave, y muchos pudieron salir de sus casas y ponerse a salvo, y esto en buena hora, porque vino un segundo movimiento, y con éste se desplomaron de golpe todas las iglesias de Valparaíso. El cronista Longueville Vowell (citado por Leopoldo Castedo) escribe: "El ruido que acompañó al temblor fue espantoso. En vez del ruido normal de los temblores, semejaba descarga de truenos subterráneos, o el de torrentes que arrastran piedras de gran tamaño. Parecía que gruesas capas de granito se removían en las entrañas de los cerros". El terremoto duró tres minutos, y en ellos el mar se retiró y regresó tres veces, con olas de hasta cuatro metros. Los escasos muros que resistieron, se desplomaron durante la noche siguiente, en medio de las 36 réplicas posteriores registradas. Por otra parte, en Quintero, el terremoto fue acompañado de una marejada que inutilizó al puerto durante una buena cantidad de años.

Los rateros emprendieron el saqueo, pero después, buscando en los escombros, encontraron a muchos de ellos "aplastados por las murallas con los objetos robados en la mano" (escribe Leopoldo Castedo).

Pero lo que terminó de crear espanto, fue el paso de un meteoro o estrella fugaz. La desesperación popular llevó a la gente a volcarse en la religión, a despecho de la evidencia de que las iglesias estaban tan en el suelo como las casas particulares. Salieron predicadores y religiosos a gritar que el terremoto había sido un castigo del cielo. Una monja "confesó" haber recibido una revelación, y predijo el fin del mundo para las once de la mañana del día siguiente. Los sacerdotes no perdieron tiempo en hacer propaganda contra el gobierno de Bernardo O'Higgins, reconocido masón que por aquellos años llevaba a cabo reformas profundamente lesivas para la Iglesia Católica, como por ejemplo la creación de un Cementerio General alternativo a los cementerios católicos. Por cierto, O'Higgins apenas salvó con vida, porque esa noche dormitaba justamente en el Palacio de Gobierno de Valparaíso, y tuvo que ser sacado casi a la rastra al tiempo que el edificio entero se desplomaba. Quizás, la renuncia de O'Higgins en Enero de 1823 fue acelerada por el ánimo popular predispuesto en su contra por la excitación que los religiosos hacían de las supersticiones de la gente. En forma paralela, dos frailes, don Camilo Henríquez (el de "La aurora de Chile", el primer diario de Chile) y el dominico Tadeo Silva, se enfrentaron en un ácido debate a través de la prensa, ya que el primero trataba de contrarrestar el exceso de fervor popular con algunas ideas ilustradas, mientras que el otro defendió las ideas del Catolicismo más fanático, y llegó a acusar a Henríquez de impiedad por darle lugar a las ideas "modernas" y "científicas" de esos sucios revolucionarios franceses...

Por su parte, la impenitente viajera inglesa Mary Graham, que estaba de paso en Chile por aquellos días, dejó una estupenda crónica de los sucesos. Describe con toques pintorescos, pero también angustiantes, las carpas y ramadas, y pone no poco énfasis en el "poder desmoralizador y relajador de los aspectos sociales de las grandes calamidades"...

miércoles, 19 de septiembre de 2007

El primer Presidente de Chile nació en Buenos Aires.

Una de las curiosidades de la Historia de Chile, es que su primer Presidente no fue chileno. Sí, así como suena. El primer Presidente de Chile nació en el extranjero.

Aunque en la actualidad el Poder Ejecutivo esté radicado en el Presidente de Chile, no siempre fue así. Las primeras constituciones republicanas llamaron Director Supremo a la cabeza máxima de Chile, quizás para distanciarse del Presidente por excelencia en aquella época, que era el Presidente de la Real Audiencia, órgano leal ciento por ciento a la Corona española, y que por lo mismo fue abolido en 1811, luego de un fracasado motín. A pesar de ciertos gobiernos personalistas, como los de Juan Martínez de Rozas y José Miguel Carrera, nadie se había atrevido a quebrar el principio juntista como piedra de toque política, hasta la guerra civil de 1813, en que el caos llegó a tal punto, que el Cabildo de Santiago pidió inspiración en la institución romana de la dictadura, y nació así el gobierno unipersonal en Chile, con el cargo de Director Supremo.

El cargo mismo de Director Supremo se vio después cubierto de oprobio, debido a que Bernardo O'Higgins (1818-1823) fue demasiado duro, y Ramón Freire (1823-1826) demasiado blando. Paralelamente, Chile era gobernado sin constitución, porque la de 1822 estaba prácticamente abrogada, la de 1823 había resultado impracticable, y el Congreso Nacional estaba en labores de redactar una nueva. Por esto, y un tanto a la espera de lo que fuera a decir el texto constitucional definitivo, se decidió que no habría Director Supremo, y que la primera magistratura de la nación sería "presidida" por un "Presidente", el cual sería, dadas las circunstancias, provisional, hasta que hubiera una nueva Constitución.

El elegido fue Manuel Blanco Encalada, marino nacido en Buenos Aires, de destacada carrera naval, pero cuyos modos caballerescos no lo hacían el político más adecuado para los tiempos. Luego de algunos tiras y aflojas con el Congreso Nacional, no se atrevió a quebrar el orden político, y prefirió renunciar; alcanzó a gobernar apenas dos meses del año 1826. Pero fue el primer Presidente de Chile, eso sí, porque cuando entraron en vigor sucesivamente las constituciones de 1828, 1833, 1925 y 1980, todas ellas mantuvieron el título de "Presidente" para el jefe del Poder Ejecutivo, y la designación de Director Supremo desapareció para siempre en Chile.

domingo, 16 de septiembre de 2007

La fecha de la independencia de Chile.

Septiembre es considerado el Mes de la Patria chileno, porque se celebra la Independencia de Chile. Sin embargo, si nos atenemos a la realidad histórica, por no referirnos a la jurídica, en realidad deberíamos celebrar a Febrero como el Mes de la Patria, si es que se hace coincidir tan magno fasto con la emancipación respecto de los españoles...

El asunto es como sigue. Cuando Fernando VII de España fue tomado prisionero, hubo una oleada de juntas de gobierno en toda América, que buscaban conservar el poder del rey, y de esa manera no verse obligados a admitir como monarca al invasor napoleónico. Por lo tanto, la Junta de Gobierno de Santiago de Chile, que se formó el 18 de Septiembre de 1810, no era independentista, sino todo lo contrario, buscaba conservar para España el territorio de la Gobernación de Chile. En la época, las cabezas afiebradas que pensaban en la independencia eran en realidad una minoría. Distinto era el asunto de lo que la gente esperaba de su Junta de Gobierno: en realidad el Imperio Español estaba anquilosándose, y estaba seriamente necesitado de reformas, y los criollos españoles querían aprovechar la oportunidad de introducir algunos cambios, pero sin faltarle en principio el respeto a Fernando VII.

El asunto se enturbió cuando los exaltados llegaron hasta el poder y empezaron a llevar al país a la independencia, por una serie de actos como la promulgación de la Constitución de 1812, por obra de José Miguel Carrera. El Virrey del Perú se tomó esto a mal, y cuando reconquistó Chile, sus gobernadores Mariano Osorio y Casimiro Marcó del Pont se vengaron de una forma tan dura, con cárcel y deportaciones, que la oligarquía chilena decidió pasarse en masa al bando separatista. El 12 de Febrero de 1817, las fuerzas combinadas chilenas y argentinas que habían cruzado la Cordillera de Los Andes, derrotaron al ejército realista de Rafael Maroto, capturando acto seguido la ciudad de Santiago. El gobernador Casimiro Marcó del Pont fue capturado, mientras que don Vicente San Bruno, jefe de los odiados Talaveras (el cuerpo represivo español), fue apresado, juzgado sumariamente y ejecutado en menos de 24 horas.

Para celebrar el primer aniversario de la Batalla de Chacabuco, el Director Supremo Bernardo O'Higgins eligió el 12 de Febrero de 1818 como fecha para firmar la declaración de independencia. Además, en dicho día se celebraba el "cumpleaños" de la propia ciudad de Santiago, la primera fundada por los españoles en Chile, el 12 de Febrero de 1541. Esta declaración siguió a firme porque en Marzo del mismo año llegó un ejército invasor realista, capitaneado por Mariano Osorio, que fue finalmente derrotado el 05 de Abril en los llanos de Maipú (en esa época a las puertas de Santiago, y hoy canibalizado por la voraz ciudad). Por lo que Chile siguió independiente desde entonces.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Las locomotoras que iban a lanzar sin maquinistas sobre Santiago.


La siguiente información está extraída de un artículo del hace tiempo fallecido periodista Fernando Tassada Calavara, quien escribía en el diario "La Estrella" amenísimas columnas bajo el seudónimo de Tizio.

En 1909, un tal Paul Bourget dijo de Chile que era "cierta floreciente colonia portuguesa situada a orillas del Pacífico". Lo grave es que Bourget, escritor francés bastante reputado en su medio, era nada menos que miembro de la Academia Francesa...

Poco después, en 1912, el diario "Le Populaire" afirmaba que Chile estaba gobernado "por el sanguinario Barros Luco". Algo difícil de tragar, para muchos que consideran a Ramón Barros Luco como el hombre más inercial que ha ocupado la Presidencia de Chile jamás, y por tanto incapaz de hacer algo (un acto sanguinario, o cualquier otra cosa). Para muestra de lo anterior, el posteo que publicamos hace un par de domingos atrás.

Joaquín Edwards Bello, por su parte, cita al francés Jean Giraudoux y su novela "La escuela de los indiferentes", publicada en 1911, por los múltiples errores que contiene sobre Chile, incluyendo el siguiente párrafo, brillantemente absurdo y desinformado, que no se corresponde con ningún episodio de la historia patria chilena: "Al día siguiente hicieron barricadas, por miedo a las locomotoras que los republicanos iban a lanzar sin maquinistas, sobre Santiago, desde lo alto de los Andes"... Sin comentarios.

Suponemos que esta histórica desinformación sobre Chile en Europa habrá menguado un poco, con las modernas tecnologías de la comunicación. Al menos, en la actualidad, allá se enteraron antes que la prensa chilena, de que cierto "ex senador" y "general (R)" era también un dictador...

domingo, 9 de septiembre de 2007

Arturo Alessandri y la oradora del tranvía.

La campaña presidencial de 1920 en Chile fue enormemente reñida. A diferencia de las anteriores, que tenían un aire de aburguesamiento, al candidato tradicionalista Ramón Barros Borgoño se le oponía ahora un Arturo Alessandri Palma, que buscaba apoyo en la emergente clase media. La campaña de Alessandri se volvió entonces un verdadero fenómeno popular, lo que venía apoyado por su estupenda oratoria, que le había ganado el apodo de "el León de Tarapacá".

Pero en uno de sus días de campaña, no fue Alessandri quien dio el discurso más celebrado, sino una cobradora de tranvías. En una concentración, la mujer se limitó a decir, con la vehemencia propia de alguien procedente de las clases bajas: "Comparar a Barros Borgoño con Alessandri es lo mismo que comparar el peo con l'agua de colonia". Después del silencio resonó una fuerte carcajada, y Alessandri, complacido con el espíritu de campaña de su improvisada prosélita, premió a la oradora con un gran abrazo.

jueves, 6 de septiembre de 2007

José Figueroa Alcorta el yetador.


José Figueroa Alcorta, quien fue Presidente de Argentina entre 1906 y 1910, tenía una fama horrible de iettatore, de mal de ojo, de quien llegó a decirse que "si entra en una tienda, se incendia. Si le da a uno la mano, lo mata" (así lo mencionaba el hace años fallecido periodista Fernando Tassada Calavara, por lo menos). Hay quienes dicen que su yeta llegó incluso hasta a Chile, a donde fue invitado para los festejos del centenario de la independencia, en 1910. En ese 1910 fallecieron nada menos que DOS Presidentes de Chile, Pedro Montt y quien le sucedió, su Vicepresidente Elías Fernández Albano; más de alguien supersticioso opinó que la iettatura de Alcorta algo tendría que ver. De la visita misma de Figueroa Alcorta a Chile quedó también alguna anécdota, como la siguiente...

Se organizó, en honor al centenario de Chile, una carrera en el Club Hípico de Santiago, dotada con la suma cuantiosa para la época de 52.000 pesos, más una copa por un valor de 650 libras esterlinas para el vencedor. Figueroa Alcorta tuvo la idea de jugar a uno de los favoritos, un caballo finasangre llamado "Pinche" que había nacido en Argentina, tenía un manejador argentino, y un jinete también argentino, y que por lo tanto, era una elección casi lógica para el Presidente de Argentina.

Fue rápido. Se dio la partida a la carrera, y como era de esperarse considerando la fama de Figueroa Alcorta, Pinche rodó. El estadio entero enmudeció, salvo por algún anónimo apostador que, bien camuflado entre las gradas, gritó enfadado:

- Pero... ¡Qué yetador de la madona, che...!

[UPGRADE 10-IV-2011: La lectora doña Guada a través de los comentarios de este posteo ha hecho llegar algunos antecedentes que ignoraba a la fecha de escribir el presente artículo. Según refiere, la fama de yetador que tenía Figueroa Alcorta le fue creada por sus oponentes políticos, y el propio Presidente se sentía muy dolido por un ataque personal que sentía como una bajeza de sus enemigos. Se agradece como de costumbre la colaboración, que ayuda a perfilar mejor y poner en contexto la triste fama de este hombre. No sería la primera vez que un personaje histórico pasa a las crónicas a según la opinión de sus enemigos...].

domingo, 2 de septiembre de 2007

Ramón Barros Luco y su sandwich.


Ramón Barros Luco, Presidente de Chile entre 1910 y 1915, ha pasado a la Historia como el más inoperante en su cargo. Para su fortuna le tocaron buenos tiempos: el precio del salitre estaba por las nubes, y Chile era el único exportador mundial, máxime cuando estalló la Primera Guerra Mundial y era necesario abastecer de pólvora a Inglaterra y Francia. El país estaba tranquilo, y el movimiento obrero no se atrevía a levantar cabeza, después de las bárbaras masacres que la oligarquía y el ejército hicieron contra ellos en 1906 y 1907.

Por lo tanto, Ramón Barros Luco fue el Presidente de la inercia administrativa absoluta. Se dice que le recomendó a uno de sus subordinados, que estaba preocupado por un problema cualquiera:

- No se preocupe. El 90% de los problemas se resuelven solos, y el resto no tiene solución...

En otra ocasión dijo:

- Lo único definitivo en Chile son los puentes provisorios.

En una oportunidad en que se le dijo que los obreros y la policía se batían a tiros, preguntó:

- ¿Y quién va ganando?

Removió a un gobernador cualquiera, y éste envió un cable presionando: "El pueblo y las personas más importantes piden que me quede". La respuesta del Presidente:

- No les haga caso.

Su gran legado a la historia chilena fue gastronómico. Le gustaba muy en particular un sandwich de carne y queso caliente, y los lamebotas de rigor comenzaron a pedir "uno igual al de Barros Luco", razón por la que hasta el día de hoy se pide esta combinación en cualquier fuente de soda chilena como un "barros luco"...

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